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VISITA DE LOS REYES

El Reino de Marruecos olvida la historia del ¬África española¬

Por Enrique García GarcíaTiempo de lectura2 min
España07-11-2007

El reciente viaje de los Reyes don Juan Carlos y doña Sofía a Ceuta y Melilla levantó grandes suspicacias en el vecino Marruecos, puesto que existe un larvado conflicto de intereses entre los dos países por la posesión de las ciudades autónomas. Hace mucho tiempo que los enclaves cambiaron de manos, y eso significa que no lo hicieron de forma especialmente pacífica.

Ceuta está firmemente en manos europeas desde 1415, cuando los portugueses, comprometidos con la reconquista, la ocuparon como plaza estratégica que era. Antes había sido invadida por los árabes como paso previo a la invasión de la península. En aquel entonces la ciudad pertenecía al reino visigodo de Don Rodrigo, cuyos antecesores se la habían arrebatado, por su parte, al imperio bizantino, que había mantenido una presencia importante en la zona en el marco de unos enormes pero vanos esfuerzos por resucitar el imperio romano de occidente. La presencia portuguesa consolidada hizo que al integrarse en la monarquía hispánica con Felipe II, la población española de la ciudad creciese enormemente, de tal modo que al separarse de nuevo ambos reinos, en 1640, la plaza permanecería ya hasta hoy como territorio español. La ciudad de Melilla, por su parte, tiene una historia algo más novelesca: de origen fenicio como Ceuta, fue una de las partes del imperio cartaginés que pasó a manos de Roma. Tras un breve periodo en manos de los vándalos primero y de los visigodos después, pasa a control de los árabes, luego del Califato independiente de Córdoba, y ya en el siglo XIII empieza a conocerse por su nombre actual, y a ser uno de los puertos para los piratas musulmanes del Mediterráneo. A finales del siglo XV la corona de Castilla se interesó por la ciudad, tanto como avanzadilla defensiva en África como por poner fin a las actividades piratas. De este modo, en 1497, una expedición española se apoderó de la ciudad. Por su parte, Marruecos tiene su origen en el año 789, cuando a la llegada de los árabes, el país se modernizó bajó la batuta de Idrís I, que también salió del control del califato de Bagdad. Bajo estos reyes viviría un apogeo de su poder, pero la llegada de los almohades y los almorávides desestabilizaron al país de tal forma que tardarían en recuperarse mucho más que el resto de países de su entorno. Lo que parece inacción por parte del Marruecos del siglo XV, es falta de voluntad primero e imposibilidad política y material después para reaccionar a estos acontecimientos. En 1415, cuando los portugueses se apoderan de Ceuta, y más tarde se expanden por la costa atlántica tanto comercial como colonialmente, la dinastía reinante de los Meriní estaba en decadencia y en vías de ser derrocada por los Battu Wattas. El país perdió buena parte de su cohesión ante la falta de poder efectivo de los nuevos reyes, y la corrupta diplomacia permitía a los portugueses sellar cualquier acuerdo pagando el precio correspondiente. No tardarían en surgir una sucesión de movimientos religiosos que derrocaban a una corrupta y acomodada monarquía para sustituirla por otra que correría la misma suerte al correr de unas pocas décadas. La dinastía Alauí, llegada en 1666, recuperó algo parecido al orden público, pero tan solo en algunas zonas.