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EE.UU.

La Casa Blanca rinde cuentas y anuncia el primer repliegue de tropas

Fotografía El presidente de EE.UU., George W. Bush, en una rueda de prensa en la Casa Blanca

El presidente de EE.UU., George W. Bush, en una rueda de prensa en la Casa Blanca

Por Miguel MartorellTiempo de lectura5 min
Internacional16-09-2007

La Casa Blanca ha vivido una de las semanas más duras desde que comenzó la invasión de Iraq en marzo de 2003. Las comparecencias del comandante en jefe de las fuerzas estadounidenses en el país mesopotámico, el general David Petraeus, y del embajador en Iraq, Ryan Crocker, ante la Cámara de Representantes y el Senado han marcado la agenda del presidente, George W. Bush. Sin embargo, el anuncio del primer repliegue de tropas supondrá una bolsa de oxígeno para la debilitada Administración republicana.

Petraeus protagonizó una de las comparecencias más candentes que se recuerdan ante el Congreso de EE.UU. Firmemente convencido de su estrategia, el general reclamó de los demócratas lo que puede considerarse casi como un acto de fe, pero en su intervención quedó claro que ya no queda ni un ápice de gloria en Iraq. “Aunque creemos que este esfuerzo puede tener éxito, llevará tiempo”. Éste fue el mensaje fundamental de Petraeus a la Cámara de Representantes, después de un aluvión de datos con los que trató de demostrar que la situación en Iraq ha mejorado. Y es cierto que se han reducido los actos de violencia interétnica y los ataques de Al Qaeda, pero las cifras de muertes siguen siendo abrumadoras. La sangría diaria que se producía en Bagdad cuando Bush decidió enviar casi 30.000 hombres como Fuerza de Choque se ha rebajado, pero, en agosto, el número de civiles muertos alcanzó los 1.500 en todo el país y el número de coches bomba y ataques suicida seguía en 80 ese mismo mes. Unos datos algo esperanzadores, pero que contradecían los últimos informes, mucho más pesimistas, remitidos al Congreso. Crocker, por su parte, dio la puntilla al mensaje de Petraeus: “Un Iraq seguro, estable, democrático y en paz con sus vecinos es posible”. “El proceso no será rápido, será abrupto, plagado de reveses y de logros, y requerirá implicación y compromiso de los Estados Unidos”, añadió el embajador. Con estas premisas y los datos más o menos optimistas en la mano, Petraeus y Crocker dejaron clara su posición respecto a la política a llevar en Iraq en los próximos años: “abandonar o reducir drásticamente nuestros esfuerzos conduciría a un gran fracaso: un Iraq que se hunde o la guerra civil significarán increíbles sufrimientos humanos mucho mayores de los que hemos visto hasta ahora”. La oposición demócrata no pudo -y no quiso- poner en duda los logros conseguidos por dos de los grandes valores del Ejército y la Diplomacia estadounidense. Sin embargo, con un ojo puesto en las elecciones, estaba claro que los demócratas no iban a aceptar dar un cheque en blanco a la Casa Blanca o a Petraeus para continuar en Iraq. “Algo en lo que está todo el mundo de acuerdo es que no hay una solución puramente militar en Iraq. Una estabilidad duradera entre suníes, chiíes y kurdos”, señaló el senador Joseph Biden. Así, los demócratas no sólo repartieron culpas hacia la Casa Blanca, sino también hacia el Gobierno de Iraq, al que se empieza a mirar con reproche desde Estados Unidos por no haber logrado más avances en este tiempo. Con todo, el mensaje de Petraeus y Crocker no convenció a la Cámara de Representantes y al Senado. Sus logros son evidentes, pero no se han cumplido los objetivos que se había marcado la Administración Bush en el país y, especialmente, aquel por el que se inició la invasión: hacer de EE.UU. un país más seguro. Primera oleada de repliegue Sólo un día después de la comparecencia de los dos alfiles de Bush en Iraq, el presidente protagonizó un breve discurso a la nación televisado, en el que, en base a esos “progresos” anunció el regreso de un número de soldados similar a los que componían la Fuerza de Choque que se envió en enero para frenar los escandalosos índices de muertes diarias. Los asesores del presidente estadounidense esperan que a medida que Washington haga volver a casa a sus soldados, el Gobierno de Iraq vaya tomando las riendas de la situación, de tal forma que la misión que el Ejército de EE.UU. desarrolla en el país se vaya convirtiendo en una misión de objetivos puntuales, de apoyo a las Fuerzas de Seguridad iraquíes y de caza de las células de Al Qaeda activas. En la Casa Blanca ya hay quien habla de “un cambio gradual de la misión”, mientras desde Iraq llegan noticias que no son nada alentadoras para la lucha contra la organización terrorista, como el asesinato del sheij Abdul Sattar Abu Risha. Este sheij suní ha sido uno de los principales aliados de Bush en la provincia de Al Anbar, un lugar que ha servido de ejemplo de los progresos en Iraq. Son precisamente esos progresos los que permitieron al presidente estadounidense justificar el principio de un modesto repliegue, empezando por 5.700 hombres en Navidades. “Ahora, gracias a que vemos que las medidas funcionan en Iraq, podemos empezar a ver a las tropas volviendo a casa”, aseguró Bush en su discurso, en el que acuñó un nuevo eslogan para su última estrategia: “Regreso con éxito”. “Cuanto más éxito tengamos, más tropas estadounidenses que podrán volver a casa”, señaló, al tiempo que dejó claro que se ocupará de que “los generales tengan las tropas y la flexibilidad suficiente como para derrotar al enemigo”. Sin embargo, también destacó que muchos soldados estadounidenses todavía permanecerán en Iraq durante años y que los líderes de ese país “entienden que su éxito requerirá la ayuda política, económica y militar de los Estados Unidos durante un periodo de tiempo que se extenderá más allá de mi Presidencia”. De aquí a junio, en una primera oleada, se retirarán del país casi 22.000 hombres. Los primeros que volverán este mes serán los marines de una unidad expedicionaria destinada en la provincia de Al Anbar, donde EE.UU. puede presumir de haber conseguido los mayores éxitos gracias al apoyo de los líderes tribales suníes, como el propio Abu Risha. A mediados de diciembre, abandonará Iraq una brigada de la Armada, y otras cuatro más, así como dos batallones de marines regresarán a mediados de julio. Aunque ni Peatreus ni Bush dieron cifras del número concreto de soldados que significarán esa oleada de repliegues, informaciones de The Washington Post estiman que podrían ser casi 22.000 militares, los mismos que se enviaron a Iraq a partir de enero de este año dentro de la Fuerza de Choque.