Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

TOROS

El Juli ¬versus¬ agosto

Por Almudena HernándezTiempo de lectura1 min
Espectáculos29-07-2007

Necesitaba un revulsivo, un aliciente, un rival. Su toreo urgía dinamismo, competencia, disputa por ocupar el único trono del mandamás del toreo. Con su precocidad de genio adolescente forjado en la Tauromaquia allá en tierras mexicanas, Julián López El Juli había sido uno de los diestros que optaban a llevar las riendas del arte de Cúchares en los albores del siglo XXI.

Pero nunca fue bueno que el cetro del toreo fuese de uno solo. Alguien lo dijo. Tras ser uno de los maestros dominadores del escalafón en las últimas temporadas, Julián abordaba el 2007 con un objetivo principal: que el anuncio del retorno mítico de José Tomás no le hiciera sombra. El propio Juli lo ha llegado a reconocer, que en solitario no hay apenas un torero con quien medirse, por lo que sus triunfos y sus fracasos en ciertas ocasiones se han llevado al extremo por la afición y la prensa. Ahora, en el mes más taurino del año, ubicado en carteles fuertes y sin hacer ascos a ciertos retos con cierto sabor agridulce e, incluso, amargo, Julián se plantea firme. Por suerte en el reparto de los lotres, por las circunstancias o por su trabajo en el ruedo, las cifras del torero madrileño acaban convenciendo. En el ruedo, los argumentos son los de un toreo inteligente, asentado y sabio de joven maestro. Para finiquitar sus citas de julio, Julián convenció en Santander en el mano a mano con el francés Sebastián Castella; antes había logrado vencer la luz de las tinieblas de un enfrentamiento con el propio José Tomás -y su sombra-, en una tarde que posiblemente se recordará cuando pasen unas cuantas temporadas. Pero la irregularidad del genio de Galapagar es una baza que no puede desaprovechar este torero maltratado por haber optado casi en solitario -y con permiso de Enrique Ponce- a llevar el cetro del toreo. El peor y el mejor rival siempre es uno mismo y ya se sabe: nunca fue bueno que sólo uno mandara en el toreo. Alguien lo dijo.