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FÚTBOL

El Sevilla refrenda su poderío con un título nacional

Por Ángel BrizTiempo de lectura3 min
Deportes24-06-2007

Frederic Kanouté dio al Sevilla la Copa del Rey, su tercer título esta temporada y el cuarto que logra en un año. Al Getafe, un más que digno finalista, sólo le faltó un poco de puntería para hacer daño a los andaluces. Bernd Schuster murió con las botas puestas, pero no pudo poner el broche de oro a una excepcional temporada del conjunto madrileño. Algo que sí logró su rival, que refrendó el prestigio logrado en Europa con un título nacional.

El Sevilla ha dejado de ser un equipo de sorpresas, uno de los humildes que, de forma espontánea, ocupa un lugar entre los grandes. Ahora, los sevillanos, le quitan esa zona de privilegio a otros, incluso a los de mayor postín. En un escenario idílico, el Santiago Bernabéu, Frederic Kanouté coronó a los suyos los reyes de España gracias a su solitario tanto. El malí abandonó por una semana la concentración con su selección para disputar la última jornada de Liga y la final de Copa del Rey, pero regresó a tiempo para decidir un nuevo título. Un error de Rubén Pulido le permitió marcar el tanto que dio al equipo nervionense la cuarta Copa en su palmarés, tras 59 años sin alzar este trofeo. Los andaluces demuestran así que el título de Mejor Club del Mundo 2006, que le otorgó la Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol (IFFHS) no ha sido fruto de una casualidad. El Sevilla practica un juego vistoso, versátil, rebosante de rapidez y fluidez en todos los espacios del campo, pero también tiene otras armas, como la picardía, de las que echar mano cuando el resto no funciona. Una astucia con la que cuentan pocos equipos en el panorama futbolístico y que nadie maneja como Juande Ramos. No se trata de renunciar al fútbol, sino optar por otras vías satisfactorias, como un plan alternativo. Esa fue la fórmula que les funcionó a los hispalenses en la final de Copa: poco juego, pero mucha energía, ganas, corazón y, sobre todo, puntería. Desde los primeros instantes se notó que no era el día elegido para dar encumbrar al deporte rey, si no más bien todo lo contrario. El comienzo del partido fue rácano, soso y apenado, hasta que surgió la figura de Kanouté. El delantero aprovechó un mal despeje de la zaga azulona y se plantó en un mano a mano con Luis García, al que batió por abajo de manera magistral, con la mayor templanza. A partir de ahí, el encuentro fue decayendo en intensidad al mismo tiempo que las ocasiones del Getafe llegaban, aunque sin peligro alguno para la portería defendida por Andrés Palop. Un penalti no pitado por el colegiado y un tiro lejano fueron las oportunidades más claras de un equipo getafense desconocido, muy diferente del de la remontada contra el Barcelona o el de los partidos contra el Madrid en Liga. La segunda parte perdió todavía más en ritmo, debido, probablemente, al cansancio de la temporada que arrastraban los dos equipos. El Sevilla durmió la final a su antojo, faceta en la que se muestra muy cómodo, y aprovechó la desesperación del Geta para, por momentos, sacar a relucir su mejor fútbol. No obstante no consiguió rematar un encuentro que veía peligrar como un destino fatal en una película americana. Pero los argumentos del Getafe eran escasos: poco más que corazón y entusiasmo. Schuster sacó toda su artillería ofensiva, fiel a su estilo de juego y su apuesta por el fútbol vistoso. Pese a todo, su equipo fue incapaz de empatar y deberá conformarse con jugar la Copa de la UEFA el año que viene, un gran premio a la buena temporada de este modesto club. Mientras Julián Rodríguez Santiago expulsaba a Kanouté por una zancadilla innecesaria, los andaluces ya festejaban en la banda su cuarto título en poco más de un año: dos Copas de la UEFA, una Supercopa de Europa y, ahora también un trofeo nacional, la Copa del Rey.