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TOROS

Morante, Castella, Jiménez y Juan Pedro: el toreo según Madrid

Por Almudena HernándezTiempo de lectura4 min
Espectáculos10-06-2007

Antaño, los míticos periodistas se preguntaban sobre ¿qué es torear? al ver en el ruedo a los míticos maestros. En la actualidad, la pregunta parece continuar sin respuesta. Algún que otro diestro lo ha explicado a su manera durante la última semana taurina en Madrid, en la que se han celebrado la corrida de la Beneficencia y la Feria del 76 aniversario de la inauguración del coso.

La tarde del seis de junio de 2007 la estación de Atocha tenía un olor especial. Olía a Sevilla, a afición sobre raíles con destino a la monumental madrileña, donde se celebraba la corrida de toros más importante del año, la de la Beneficencia. En el cartel, José Antonio Morante de la Puebla, proclamado hace apenas unos meses el número uno por su propio apoderado -Rafael de Paula-, con toros de distintas ganaderías, elegidas y seleccionadas por su propio entorno. Pasaron las horas y la noche del seis de junio de 2007 la estación de Atocha tenía un olor especial: ¿Había valido la pena el viaje en AVE? En esas horas Morante lucía cornada de espejo en el entrecejo y había cortado una oreja en Madrid en el último toro del festejo, de la corrida del año. La supuesta corrida del año fue celebrándose, sin más. El torero fue dejando pasar toros: uno, otro y otro más. Había esbozado algún detalle. Con el quinto parecía más predispuesto pero le hizo un feo, le prendió horrible y le enganchó en la frente. Por suerte la cosa no fue peor. En la enfermería el doctor García Padrós debió de ponerle una inyección fantástica. Morante regresó al ruedo, con un bordado en la frente y las ganas, la torería y el temple que tanto cuidó en no desgastar durante toda la tarde. Dió unos pocos lances de capa, muy pocos, sin variedad, pero muy buenos. Puso banderillas. ¡Puso banderillas! Y las puso bien, bastante bien, pero David Fandila El Fandi... Toreó de muleta, arrebatado y arrebatador, muy templado, muy sentido y muy artista, pero no asustó a nadie por un valor frío como los que se esperan revivir con José Tomás... Y marró con la espada. Como suele hacer Manuel Jesús El Cid tras cada faenón. Y Morante cortó una oreja. Una, sólo una. Y los sevillanos regresaron a Sevilla. Los madrileños, también, preguntándose, todos, aquello de ¿qué es torear?. Quizás lo habían intuido. Después de lo de Morante la afición pretendía encontrar la respuesta en el cartel de los carteles: Julián López El Juli, Sebastián Castella y Alejandro Talavante. Pero en los tendidos se escuchó "¡miau!, ¡miau!" y el único que se llevó el gato al agua fue el francesito de cara aniñada con un toreo solemne, erguido, sobrio y monumental como la torre Eiffel. Cortó una oreja y salvó la tarde. Pero el ganado, una vez más, obligó a abandonar el triunfalismo y la poesía que inspira el diestro galo y escuchar cantar entre el gentío del sol: "La cabra, la cabra, la p..." Decíamos, que ¿qué es torear? César Rincón encontró la respuesta en la calurosa acogida que le brindó la afición madrileña la tarde del pasado viernes 8 de junio. Se había roto el paseíllo y los madrileños aplaudían en claro signo de reconocimiento. Y Morante, que esa tarde actuaba junto al colombiano y a César Jiménez, salió a recoger la ovación. Escuchó algunos pitos y salió de huida a refugiarse en el burladero. Él no había abierto la puerta grande de Las Ventas tantas veces como lo había hecho el maestro colombiano César Rincón, que se despedía de Las Ventas, pues este año ha decidido decir adiós al toreo en activo. Pero en Madrid no pudo decirlo con un triunfo. El César anduvo descolocado, perdido, sin sitio. Tampoco se encontró Morante -estaría en Sevilla, o el AVE no llegó a tiempo-. Hubo de ser César Jiménez quien levantara los ánimos en el toro que cerró plaza. Rodilla en tierra comenzó una faena larga de muletazos prolongados y sentidos. Cortó una oreja y Madrid continuaba preguntándose ¿qué es torear? A caballo intentó responderlo el joven Leonardo Hernández el sábado, que arrancó una oreja a cada uno de sus oponentes de Flores Tassara y cruzó la puerta grande. Pero el domingo, en la última de la Feria del Aniversario, hubo lo que casi no había habido hasta entonces: toros. Juan Pedro Domecq regresaba a Las Ventas tras 30 años. Dos ejemplares de esta ganadería hicieron las delicias del público, acudiendo prontos a la muleta, desde lejos, con un trote alegre, con ganas de repetir... Pero ni Manuel Jesús El Cid, ni Miguel Abellán, ni Miguel Ángel Perera tuvieron su tarde. Quizás estarían preguntándose sobre ¿qué es torear?