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ESQUÍ

Muere ¬Paquito¬ Fernández Ochoa, el ¬hombre de las nieves¬ español

Por Guillermo BenavidesTiempo de lectura2 min
Deportes06-11-2006

”Sólo falta la nieve”. Estas fueron las palabras de Blanca Fernández Ochoa al salir del funeral tributado a su hermano en Cercedilla. Francisco Fernández Ochoa, Paquito para todos, se despidió del mundo como había vivido, rodeado de los suyos. Las palabras pronunciadas en su homenaje, unos días antes de que el cáncer se lo llevara, son una clara muestra del tipo de persona que era: “he corrido muchas carreras, unas las he ganado y otras las he perdido, pero siempre me empleé a tope, a fondo, como lo estoy haciendo ahora”.

Su camino hacia la leyenda lo comenzó en cierta medida gracias a su padre. Este era el conserje de una escuela de esquí, y le inculcó desde temprana edad la pasión por el esquí, como también haría con sus hermanos. Dejó los estudios de bachillerato para dedicarse en pleno al deporte. Gracias a ello, Paquito debutó a nivel internacional en 1963 cuando, en el Gran Premio de Andorra, quedó cuarto y ganó la categoría juvenil. Después de esto, siguieron más certámenes, algunos productivos, como cualquiera de sus 39 títulos nacionales, y otros menos, como las graves caídas que le produjeron una desviación de la columna. Su bautizo olímpico fue en 1968, cuando participó en los Juegos de Grenoble. Pero tuvo que esperar cuatro años para que el destino cambiase su vida. 13 de febrero de 1972, Juegos de Invierno de Sapporo. Un hombre menudo, con capa española, es el centro de todas las miradas. Juan Antonio Samaranch, vicepresidente por entonces del Comité Olímpico Internacional, le cuelga a este personaje una medalla de oro. Paquito se había convertido en el primer español que, de manera individual, conquistaba un título olímpico. Además, fue igualmente el primero en hacerlo en unos Juegos Olímpicos de Invierno. No pudo irse a Canadá a participar en una prueba, como estaba previsto. Tenía que volver a su casa, a su país. Y lo hizo. Llegó a España como un héroe, celebrándolo por todo lo alto, siempre con los suyos, como era usual en él. Después vendrían más éxitos, como en el campeonato del mundo de Saint Moritz, donde consiguió un bronce en la modalidad de eslalon. Todo esto para acabar, tras días y días en la nieve, ejerciendo cargos en distintos comités y federaciones deportivas. Hasta que se le detectó un cáncer linfático. Como era de esperar en él, no se arrugó, lo afrontó de cara. Compitió hasta el final, pero no pudo ganar. Además del primer campeón olímpico de invierno español, se fue un luchador, un buen hombre o, como dijo un vecino suyo, “un buen todo”. Nació un 25 de febrero de 1950 y se fue un 6 de noviembre de 2006. Fueron 56 años dedicados en mayor parte al deporte de la nieve, la única de sus compañeras que faltó a su despedida.