AFGANISTÁN
Los talibanes se hacen fuertes en el sur del país
Por Luis Miguel L. Farraces
3 min
Internacional02-07-2006
Los talibanes resurgen de sus cenizas en el sur de Afganistán. Esta preocupante afirmación bien podría ser la conclusión del informe que la ONG británica The Senlis Council hizo público la pasada semana. En el escrito, Senlis recalca el escaso cambio a mejor experimentado en las empobrecidas regiones meridionales del país que se han convertido así en uno de los principales focos de captación de milicianos de Al Qaeda en el mundo. Además, la organización europea afirma que Helmand y Kandahar (las provincias más importantes del sur de Afganistán) han pasado de ser una zona de “incidentes puntuales” a estar en una situación de “guerra abierta.”
El informe de Senlis trata de alertar a los países de la coalición internacional desplegada tras el derrocamiento de los talibanes en 2001 del cambio que está experimentando la insurgencia en el sur del país. Y es que los grupos clandestinos disidentes, entre los que destacan los talibanes, ven cómo crece su apoyo entre la población a un ritmo vertiginoso. “Se han convertido en un poder de facto" asegura el escrito. Ello se debe a la situación de extrema pobreza que viven los habitantes de Helmand, Nimruz y Kandahar, los tres distritos sureños de Afganistán. Los ciudadanos localizados en estas tres provincias han escuchado muchas promesas de cambio por parte de las tropas extranjeras desde hace varios años pero lo cierto es que poco ha mejorado en su estilo de vida. Los afganos no ven materializarse las reformas del Gobierno de Hamid Karzai en su entorno más cercano y comienzan a ver a las instituciones del Estado como algo lejano de escasa validez y a las fuerzas de la ISAF como invasores cristianos. Este es el caldo de cultivo óptimo para que los talibanes jueguen sus bazas con éxito, como precisamente está sucediendo. Desde hace ya tiempo los habitantes del sur de Afganistán ven a los altos cargos de las milicias disidentes como a las verdaderas autoridades e instituciones provinciales. Ellos son los que, como si de las FARC afganas se tratase, protegen sus campos de opio (la única vía de escape a la pobreza en las áridas tierras de Helmand) de los intentos del Gobierno de acabar con el narcotráfico. Y es que pese a que muchas familias decidieron erradicar sus cultivos de opiáceos convencidos por las ayudas económicas que prometía el Estado, al ver que éstas nunca llegaban volvieron a poner en marcha la siembra de este tipo de amapola muy resistente al calor. En definitiva, el descontento entre la población crece a igual velocidad que el número de milicianos y simpatizantes de los talibanes. Conscientes desde hace unos meses de que la mayor espiral de violencia desde la guerra de 2001 se cierne sobre el país, las tropas de la coalición lideradas por estadounidenses y británicos pusieron hace apenas unas semanas en marcha la operación Empuje a la Montaña que pretende frenar el avance de los grupos talibanes. Así, la pasada semana una ofensiva conjunta del Ejército afgano y las tropas internacionales se saldó con la muerte de 65 presuntos activistas disidentes en Kandahar. Según fuentes oficiales, no se registró la muerte de ningún civil. Además, la Coalición destruyó al este del país un refugio talibán matando a 15 milicianos durante la operación. Pero la confirmación de los peores temores expresados por Senlis acerca del rebrote de violencia en el país pronto apareció pese a las ofensivas de la ISAF. En una emboscada preparada por los talibanes, el ataque a un convoy británico se saldó con la muerte de dos soldados y su traductor. Asimismo, dos cohetes impactaron en un ataque de la insurgencia liderada por el comandante talibán Dadulah en la principal base militar extranjera del país donde unos 7.000 soldados conviven en el sur de Afganistán. En el ataque no se registraron víctimas mortales pero sí varios heridos. Por su parte, Dadulah aseguró en un comunicado que reivindicaba el atentado que “se registrarán mucho más incidentes de este tipo.”