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AFGANISTÁN

Dos atentados suicidas y varios combates confirman el rebrote de violencia

Por Luis Miguel L. FarracesTiempo de lectura2 min
Internacional21-05-2006

Afganistán atravesó la pasada semana una de las etapas más sangrientas desde el derrocamiento del régimen talibán en 2001. Alrededor de un centenar de personas murieron en duros enfrentamientos desatados en diversas provincias fronterizas con el vecino Pakistán en las que se piensa que existen varios centros de reclutamiento de Al-Qaeda y donde se localizan los mayores apoyos a los talibanes.

Los tambores de guerra que resurgen en Afganistán parecen evocar peligrosamente las caóticas melodías de explosiones y reyertas iraquíes. El presidente afgano, Hamid Karzai, expresó su hipótesis de que tras los hilos del rebrote de la violencia se encontraban los servicios secretos pakistaníes. Es por ello que Karzai pidió unidad y calma a sus compatriotas y advirtió a Pakistán de que debe aceptar que “los tiempos en los que los gobiernos afganos se construían o se disolvían en Islamabad ya forman parte del pasado.” La espiral de violencia resurgió primeramente en la provincia de Helmand, donde los enfrentamientos armados entre la Policía afgana, apoyada por el Ejército estadounidense, y un numeroso grupo de insurgentes dejó 63 muertos, la gran mayoría de ellos talibanes. Mientras tanto, una incursión de la aviación norteamericana en Kandahar acabó con la vida de casi una veintena de disidentes. Pero además de los combates, dos ataques suicidas con coches bomba pusieron de manifiesto la delicada situación que se vive en el país. El primero de ellos explotó en Herat frente a un grupo de funcionarios extranjeros. Un adiestrador policial estadounidense murió a causa de la onda expansiva. El segundo tuvo lugar en la ciudad de Gazni y pese a que tenía como objetivo un convoy militar de Estados Unidos, la única víctima mortal registrada fue un civil afgano. El resurgir de la violencia, que hasta el pasado año estaba bastante controlada, está motivado, además de por la presencia de tropas extranjeras en el país, por la apertura del Gobierno de Karzai. Así lo demuestran los más de 200 ataques contra escuelas femeninas por todo Afganistán. Además, las desigualdades sociales entre las etnias del país agravan esta situación, ya que la mayoría de puestos oficiales están actualmente copados por las minorías tayiko y uzbeka, integradas en la antigua Alianza del Norte alineada con Washington durante la guerra, en detrimento de la mayoría pastún. Ante el recrudecimiento de la violencia, la OTAN ya ha previsto aumentar, a petición de Washington, el contingente militar de 9.000 a unos 14.000 soldados.