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FÚTBOL

Globalizar + ‘ojo clínico’ = Wenger

Por LaSemana.esTiempo de lectura3 min
Deportes17-05-2006

La apuesta por el mestizaje, que ha llevado a que los jugadores ingleses sean una especie en extinción en el equipo de Highbury Park, unida a la disciplina han sido algunas de las claves del éxito del Arsenal en la última década, en la que el francés Arsène Wenger como manager y muchos de los jugadores formados a sus órdenes han experimentado una gran revalorización.

Lealtad inglesa, creatividad francesa y tesón alemán. Con estos tres atributos Arsène Wenger, de 59 años, ha fraguado a un rutilante Arsenal. El magisterio de El Profesor, el apodo despectivo que le dedica Alex Ferguson, ha sido crucial en la última década de los gunners. El ascenso del club se inició, precisamente en París, tras una final de la Recopa. Un golazo del jugador del Zaragoza Mohammed Alí Amar, Nayim, provocó un terremoto que supuso un vuelco en el rumbo del club. El equipo gestado en 1886. en una fábrica de armas de Woolwich –un suburbio al sureste de Londres–, se trajo a un técnico francés que trabajaba en Japón. Wenger dejó al Nagoya para aterrizar en Londres, donde fue recibido de forma elocuente por más de un rotativo: “¿Arsène, who?”. Pues al margen de su periplo japonés, su currículo se limitaba a los banquillos del Nancy, el Cannes y el Mónaco, con el que jugó –y perdió– la final de la Recopa de 1992, contra el Werder Bremen. Como jugador, su hoja de servicios era aún más escueta: debutó en la Primera francesa con 29 años y duró apenas once partidos, tras comprobar que su aventura como central del Estrasburgo, su ciudad natal, no tenía mucho futuro. Así que, sin perder de vista el fútbol, Wenger dejó las botas por los libros. Cursó Sociología, se licenció en Económicas y se matriculó en un curso de inglés en Cambridge: hoy habla seis idiomas. Pero nadie se imaginaba la revolución que estaba a punto de iniciarse en el Arsenal. En un fútbol permisivo con las broncas nocturnas, el alcohol y los excesos con la dieta, Wenger cortó de raíz los malos hábitos con una postura seria, fría y distante al respecto. Empezó por el capitán, Tony Adams, que llegó a confesar que había jugado borracho. Paul Merson y Ray Parlour también habían descarrilado hacía tiempo, así que los tres dejaron el Arsenal. Poco a poco, Wenger desterró a los jugadores ingleses y abrió las fronteras del vestuario de Highbury a franceses, holandeses y españoles. El mestizaje es tal que, esta misma temporada, en el vestuario del conjunto londinense han convivido 14 nacionalidades. Pero el experimento ha funcionado, y bajo sus órdenes el Arsenal ha conquistado tres Ligas y cuatro Copas. Pero sobre todo, Wenger ha sacado un gran rendimiento a la formación de jugadores. El galo siempre ha apostado por jugadores aún muy jóvenes, más que por grandes estrellas. El primer paso lo dio con Nicolas Anelka, rescatado de la suplencia en el París Saint Germain con 17 años y convertido en figura. Pero Wenger ha sido capaz de asumir otros muchos riesgos. Tampoco ha tenido reparos en apostar por futbolistas con etiqueta de fracasados: Patrick Vieira y Thierry Henry llegaron a Highbury tras ser despedidos por el Milan y el Juventus, respectivamente. El holandés Marc Overmars llegó tras una gravísima lesión de rodilla con el Ajax de Ámsterdam, su compatriota Dennis Bergkamp abandonó el Ínter de Milán, que se cansó de su fobia a volar… Todos ellos elevaron su cotización. Como el propio técnico, tan reputado en todo el planeta como canonizado en el Arsenal.