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TENIS

Justine Henin: el final de las promesas

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura2 min
Deportes05-06-2005

El triunfo de la belga Justine Henin en Roland Garros confirma que no hay una dominadora clara en el circuito WTA, en tanto que la actuación de Nuria Llagostera –que llegó a octavos de final– dignificó el trabajo de las españolas, tras la debacle del año anterior, pese a que no se vislumbra ninguna jugadora con capacidad para optar al triunfo en un torneo de Grand Slam.

París ha asistido a la resurrección deportiva de Justine Henin y Mary Pierce. La belga, una de las jugadoras que apuntaba a dominadora del circuito femenino en las últimas temporadas, vio cortada su progresión por una mononucleosis que la mantuvo apartada de la competición durante varios meses. Aunque sin la superioridad abrumadora que la llevó a ganar en 2003, y luego de forma consecutiva el US Open y el Abierto de Australia del año siguiente, el juego de Henin no ha perdido un ápice de agresividad, lo que la ha llevado a una racha de 24 victorias consecutivas sobre tierra batida, que aún se puede ver ampliada. La francesa se hundió hace un par de temporadas, por una grave crisis personal, de la que ha logrado salir muy lentamente. Tras volver a la competición con un evidente y preocupante sobrepeso, Pierce ha tenido que trabajar muy duro durante las dos últimas temporadas para recuperar el nivel de juego que la llevó a ser finalista de Roland Garros en 1994 y campeona en 2000. Su éxito ha coincidido con la evidencia de que a la otra francesa llamada a asaltar el triunfo en un grande, Amélie Mauresmo, le pesa la responsabilidad y le entra el vértigo cuando afronta las eliminatorias decisivas: con casi 26 años, más que casi todas sus rivales del circuito, sigue con los cuartos de final como tope en el Grand Slam de su país. Roland Garros ha supuesto la ruptura de la sucesión del dominio que apuntaban, aunque sin llegar a prolongarlo más allá de una temporada, jugadoras como la propia Henin y su compatriota Kim Clijsters (2002), a las que tomaron el relevo la estadounidense Serena Williams, en 2003, y el año anterior, la rusa Maria Sharapova. El triunfo de la belga supone que hay vida tenística más allá del poderío físico y la juventud de las últimas dominadoras del circuito WTA, cuya número uno, por cierto, sigue siendo la estadounidense Lindsay Davenport, que resiste el empuje de Sharapova merced a su regularidad, a pesar de que su único triunfo en un Grand Slam se remonta al Abierto de Australia del año 2000. Por lo que a las españolas respecta, la presencia de Nuria Llagostera en octavos de final ha supuesto una nota de relativo optimismo, después del naufragio deportivo del año anterior en Roland Garros. Sin embargo, ha quedado patente que jugadoras como la propia Llagostera, Anabel Medina –la mejor situada en la clasificación WTA– y Arantxa Parra no están aún en condiciones suficientes como para discutir la victoria a las grandes favoritas, menos aún en un Grand Slam, aunque al menos, sí existe una base de jugadoras con categoría suficiente para competir en otros torneos y en la Copa Federación.