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AFGANISTÁN

Los rebeldes talibán siembran inseguridad y violencia

Por Berta PardalTiempo de lectura1 min
Internacional05-06-2005

La ciudad afgana de Kandahar ya estaba en alerta cuando el pasado viernes sufrió un atentado suicida. Ocurrió en la mezquita de Abdul Rab Akhund, en plena actividad diurna y le costó la vida a 21 personas según los servicios sanitarios y las autoridades afganas. Algunas fuentes atribuyen el ataque a seguidores del derrocado movimiento talibán, aunque desde el Gobierno provincial señalan a la red Al Qaeda.

El atentado iba dirigido aparentemente contra el general y jefe de la policía de Kabul Akram Khakrizwal, que falleció en la matanza, durante la ceremonia por la muerte del mulá asesinado hace una semana por los talibán. La ciudad de Kandahar era el antiguo feudo del régimen talibán, que fueron despojados del poder a finales del año 2001 gracias a una operación militar bajo el mando norteamericano. El atentado no ha sido un acto aislado. En los últimos meses la seguridad de Afganistán ha ido menguando, en especial en las zonas del sur, por los feudos de la rebelión antigubernamental que forman los talibán. El enfrentamiento entre las fuerzas afganas y la coalición internacional y Al Qaeda y otros movimientos rebeldes han causado la muerte a 250 personas en tan sólo dos meses. El incremento de atentados, emboscadas y luchas ha desembocado en la suspensión de las operaciones de desminado en el país por parte de la ONU. La decisión se tomó 24 horas después de que dos trabajadores del Programa de Acción contra las Minas perdieran la vida y cinco resultaran heridos durante el ataque a su vehículo con una bomba activada por control remoto en la provincia de Helmand. Con estas víctimas se elevaron a cinco los empleados de esa entidad muertos en las últimas dos semanas en el sur de Afganistán. Las minas antipersonas conforman una auténtica epidemia en Afganistán, donde más de 9.000 empleados trabajan en detectarlas y desactivarlas. Una cosecha de artefactos explosivos sembrados en 700 kilómetros cuadrados, donde residen cuatro millones de afganos. Cada mes mueren o resultan heridas alrededor de 100 personas a causa de la explosión de minas abandonadas y, según las estimaciones de la ONU, la cifra asciende a las 200.000 en los últimos cinco años.