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UNIÓN EUROPEA

Un difícil ‘plan B’

Por Álvaro LealTiempo de lectura2 min
Internacional04-06-2005

La salida de una renegociación con 25 miembros se percibe como una tarea colosal y parece difícilmente aceptable para los gobiernos que, como el español y el alemán, han invertido un importante capital político en ratificar la Constitución.

El profesor de Derecho Comunitario y vicedecano del Instituto Empresa, José María de Areilza, apuntaba que después del “no” se abren varios escenarios posibles. Uno de ellos sería la posibilidad de convocar un segundo referéndum, como ocurrió con Maastricht y Niza, aunque en este caso habría que tener en cuenta la deslegitimación de Chirac y Raffarin tras el primer rechazo de los ciudadanos. El padre de la Constitución europea y ex jefe de Estado francés Valery Giscard d'Estaing así como el líder del Partido Socialista francés, François Hollande, aseguraron que ésta es la única solución al problema. A juicio de Sebastian Kurpas, analista del Centre for European Policy Studies (CEPS) la mayoría de los gobiernos tendrían que "enfrentarse a una considerable presión política" para volver a someter los cambios a referéndum en sus países. En el caso de Francia, una opción sería convocar un segundo referéndum en 2006 o 2007, con Nicolás Sarkozy como sucesor de Jacques Chirac y en el que los franceses se pronuncien también sobre el ingreso de Turquía en la UE. Sin embargo, antes de que se dieran los resultados de la consulta nacional Jean Pierre Raffarin excluyó que pudiera haber un nuevo referéndum. En cuanto a la posibilidad de empezar de cero y redactar una nueva Constitución, el investigador principal del Real Instituto Elcano (RIE) para Europa, José Ignacio Torreblanca, alertó de que eso sólo será posible si los gobiernos pactan de antemano una forma diferente de ratificaciones, y sugiere la ratificación simultánea por parte de dos tercios de los eurodiputados electos en las elecciones al Parlamento Europeo de 2009 y de un colegio electoral formado por los parlamentarios nacionales de todos los estados miembros. A dicha ratificación le seguiría inmediatamente una consulta popular en toda la UE que requeriría la aprobación de cuatro quintos de los estados y de dos tercios de los ciudadanos, tras la cual los países en los que triunfara el “no” quedarían automáticamente excluidos de la Unión y tendrían que replantearse su adhesión. Areilza apunta que los Veinticinco carecen de "voluntad política, energías y consenso" para convocar una nueva Convención y una nueva Conferencia Intergubernamental para pactar otro texto constitucional "por ejemplo más social". La mayoría de las novedades introducidas en el texto, desde el nuevo sistema de voto (proporcional a la población) a la ampliación de las competencias del Parlamento Europeo, se toparían con enormes dificultades legales y políticas, si se intentara su aprobación al margen de la Constitución. Kurpas sólo ve como potenciales supervivientes “la figura del ministro de Asuntos Exteriores, quizá con menos competencias, el servicio exterior europeo, el derecho de iniciativa ciudadana con la recogida de un millón de firmas y algunas mejoras en el funcionamiento del Consejo”. Fuentes comunitarias señalan que la figura del ministro se creará con o sin Constitución. La Presidencia estable del Consejo Europeo, también podría crearse, pero con enormes problemas políticos.