APUNTES DE BANQUILLO
Deslealtad y alevosía
Por Roberto J. Madrigal2 min
Deportes11-04-2004
Ahora que las federaciones nacionales y autonómicas están con las orejas tiesas porque la Federación Internacional de Hockey ha permitido a Cataluña competir con su propia bandera en las competiciones internacionales que organiza. Conviene dejar claro, con todo, que el precedente que invocan los nacionalistas –ellos mismos saben mejor que nadie que no les interesa fomentar el deporte, sino hacer daño y debilitar a quienes tienen como misión promoverlo, y así ha salido a relucir en sus declaraciones, con una prepotencia que anuncia el estilo que se oculta bajo el diálogo que proclaman, siempre que se cumpla lo que ellos quieren– se circunscribe a una federación que no está reconocida por el Comité Olímpico Internacional. Además, la decisión no es aún definitiva y está a tiempo de que no prospere. Hay motivos para alarmarse, pero no tanto en el aspecto deportivo. La legislación es clara en este sentido, y no va a prosperar ningún recurso que tenga unos mínimos visos de seriedad, pues el COI sólo reconoce a los países miembros de Naciones Unidas. Los catalanes que compitan independientemente de España seguramente se quedarán en anécdota. Lo más grave es la fractura del régimen democrático que se ha construido durante los últimos 25 años: algunos quieren confundir la historia con sus objetivos, ciegos y ambiciosos. Hay muchas responsabilidades que depurar: desde negociar a espaldas de la Federación Española –por más que la Catalana pueda ser una entidad privada– como que, por venganza, el Consejo Superior de Deportes quiera curarse en salud y solucionar la crisis marginando a la parte rebelde. Los intereses del Estado deben respetar a todos, aunque no le guste ni a los que se quieren escindir, ni a los que quieren mantener unida la estructura a toda costa. La solución no pasa por negar la posibilidad de las selecciones autonómicas: se deben aclarar las dudas y resquicios que aún quedan en la legislación del deporte y, sobre todo, promover que las competiciones abiertas a los equipos catalanes, madrileños, andaluces, gallegos, canarios o asturianos, que las debe haber, sean una oportunidad más para desarrollar el talento de los deportistas, que amén de ser de cada región, son y seguirán siendo –mientras la Constitución no diga lo contrario– españoles. Le pese a quien le pese, la colaboración, la delimitación de competencias y el respeto a los pactos –en lugar de saltarse los convenios para perseguir fines políticos. Si ya es vergonzoso que haya individuos de esta calaña y se den en llamar políticos, más aún lo es que haya deportistas que se presten a ese juego vil y artero, a costa de una indignidad que les permite quedar bien con sus supuestos amiguetes.