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SIN ESPINAS

Rencor

Fotografía
Por Javier de la RosaTiempo de lectura2 min
Opinión25-11-2002

Dice el maestro Ortega y Gasset que el rencor es la emanación de la conciencia de inferioridad. El que manifiesta Gaspar ya le delata. Le delata y le dilata una efigie cada vez más descompuesta. Sólo rígida o hierática para saludar al adversario mirando a otro lado. Así, mejor no saludar. Le haría menos hipócrita. Rictus duro, inexpresivo y amargo a punto del mismo fuego que deshace el cristal como un blandiblue para explicarle a la gente el fracaso de su responsabilidad. Responsabilidad como representante de una idiosincrasia, de un espíritu, de un estilo de vida del que no le importa presumir a mucha gente: pertenecer a algo más que un club. La facha del que da la cara, del que proyecta imagen en definitiva, no puede destilar continuamente quemazón, resentimiento, un resquemor que le va devorando. La imagen del presunto líder que demuestra no ser, tiene la dura servidumbre de ennoblecer la señas de identidad que representa. Y su descontrol es ya tal, que sus poros gritan por él lo que no deben. El traje de luces le queda grande. Lávelo mucho para que encoja o déselo a otro para que lo luzca; porque este tipo de vestimentas hay que llevarlas muy ajustadas. Prietas al señorío, ceñidas a la conciencia del que sabe los huracanes que provoca su aleteo de mariposa. El que mira hacia adelante, el que se recupera de los fracasos, el que se levanta pronto tras las caídas, el que ve en las crisis momentos de oportunidad en vez de catástrofes, supera pronto las viejas rencillas. Esas que, sino dilapidan corazones, enfurecen el carácter o agrian la manifestación de lo que somos. Busca otros Figos o embelesa con arte a otras estrellas sin miedo a pederse en el agujero negro de la galaxia en la que ha entrado. Y si no, váyase en paz, amigo.