ANÁLISIS DE LA SEMANA
Al maestro
Por Almudena Hernández2 min
Sociedad03-10-2004
Cada día una frase optimista escrita con letra redondita a tiza presidía la pizarra. Recuerdo las canciones, los juegos, los azotes, los besos y las palmaditas en la espalda. Sonrío cuando pienso en aquellas sonrisas cuando se recogían las notas bajo el fresco patio de castaños. Me gustaría volver a aquellas tardes dibujando el tejado de enfrente o oler de nuevo el incienso durante las mañanas de misa en la basílica. Estudié con monjas, tuve a curas como profesores y también gente que sin hábitos supieron transmitirnos mejor o peor lo importante que es su trabajo. Hablar de Dios fue una asignatura para nota, no un tabú. Ahora, cuando los encuentro, se alegran porque las esperanzas que pusieron en algunos de sus pupilos ven que han cubierto las expectativas: al final el que se esfuerza, tiene tesón y busca la virtud del término medio, llega lejos. O, por lo menos, un poco más allá que los demás. Pasé muchos recreos tocando la guitarra, mientras quienes se empeñaban en ser los líderes infantiles o adolescentes presumían de tupé, de remangarse la falda del uniforme o se entretenían ridiculizando al empollón, al gordito o al bobo. Otros tantos ensayé obras de teatro, para un día dejar aparcada la timidez y mostrar a todo el colegio que yo existía, desde mi anónima mediocridad. También gasté mucho tiempo de descanso entre clases estudiando, repasando con los pequeños y hablando con mis compañeros, sobre todo con quienes se quedaban arrinconados, como a veces lo estuve yo. Alguna vez gané la confianza de los maestros, que me pedían cuidar la clase, hacer una tarjeta de felicitación para un profesor o, incluso, echar la quiniela. Al profesor de latín nunca le tocó, pero hizo que me gustase su asignatura con su paciencia. Esta semana pasada he descubierto que el tiempo ha borrado algunas cosas, cuando leí en la prensa que la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) les rindió homenaje a los maestros. En sus manos sigue estando el futuro, digan lo que digan los políticos que gobiernan tirando piedras al partido de enfreten para lograr votos y popularidad. Por eso, en muchas ocasiones me gustaría hablar con todos ellos, para saber cómo enseñan lo que es una familia, ante el cambio de la normativa sobre los matrimonios y adopciones y el debate que todo ello ha despertado en la sociedad; el protocolo firmado en Kioto, hijo quizás de aquellas Ciencias Naturales; la educación vial, prima hermana de las Sociales, y el turismo espacial, encuadrado quizás en algún capítulo de astronomía. Según marchan las cosas a una le dan ganas de volver a ir al colegio. Por lo menos, para no indignarse.
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Almudena Hernández
Doctora en Periodismo
Diez años en información social
Las personas, por encima de todo