Detectar a tiempo los síntomas del Alzheimer mejora la vida del enfermo
Por Mar García2 min
Sociedad21-09-2004
La medicina paliativa se convierte en una de las mejores alternativas ante la falta de un tratamiento concreto para detener el Alzheimer. Las pastillas quedan sustituidas por la familia que debe hacer frente a una enfermedad que también les afecta.
No existe un medicamento concreto para terminar con una enfermedad que cada vez está más presente en la sociedad. El Alzheimer afecta a las neuronas con un deterioro progresivo que puede durar años hasta que el paciente pierde casi todas sus capacidades intelectuales. Si la sintomatología se detecta a tiempo se pueden aplicar ciertas medidas que no frenarán el avance de la enfermedad pero sí lo retrasarán. La pérdida de la memoria es uno de los síntomas más conocidos del mal de alzheimer, pero no el único. En una primera fase, el paciente es incluso consciente de que empieza a no recordar datos de la vida cotidiana. La capacidad para realizar las tareas más habiuales también disminuye y pueden darse problemas para utilizar correctamente el lenguaje. La desorientación, tanto espacial como temporal, y una disminución en la capacidad de realizar juicios llevan al enfermo a tomar decisiones incorrectas sin ser consciente de ello. En una fase más avanzada, el paciente comienza a tener cambios de humor bruscos y cambios en la personalidad que hace que se conviertan en personas dependientes, desconfiadas y hurañas. La enfermedad del olvido no afecta únicamente al enfermo, la familia se convierte en uno de los ejes principales para mejorar la calidad de vida del paciente. Se trata de tomar medidas no farmacológicas que hagan más fácil el día a día y que retrasen el deterioro cognitivo. Básicamente, se trata de medidas que hacen que el paciente no pierda el contacto con la realidad más cotidiana de la que acaban por evadirse, sin ser conscientes de ello. La adaptación al entorno y crear un clima de bienestar son puntos fundamentales. En la fase inicial de la enfermedad se puede fomentar la actividad del paciente haciéndole ejercitar la memoria, la atención y la concentración. En una fase intermedia, en la que la comunicación se hace más compleja, la casa -el entorno que el paciente debe reconocer- debería adaptarse a la vida del enfermo con medidas como simplificar el uso de algunos electrodomésticos, mantener las cosas en el sitio habitual, colocar calendarios y relojes, mantener horarios rutinarios, etc. Se trata de tomar medidas para conseguir que la dependencia que esta enfermedad deja en el paciente sea lo menor posible, aunque hay que tener un cuidado especial con la higiene personal y la alimentación. La fragilidad física se hace importante en la fase terminal en la que los cambios bruscos de conducta hacen que sea imprescindible mantener las muestras de afecto con el enfermo y hacerle ver que no se encuentra solo.