Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

ANÁLISIS DE LA SEMANA

Valores ¿existen?

Fotografía

Por Almudena HernándezTiempo de lectura2 min
Sociedad11-07-2004

Se quejan algunas mujeres de que los centros de planificación familiar cierran los fines de semana. El motivo: andan un poco pilladas de tiempo para adquirir más barata la píldora del día después. Han tenido un desliz y quieren que su error no acabe entre biberones. En cada aborto hay dos historias. Es verdad: La prehistoria del niño que no llega a nacer y la de las causas que llevaron a ese embarazo. También es verdad que no es lo mismo una violación que una noche loca entre quinceañeros. O no tan quinceañeros. Pero eso no parece importar. No hay un baremo que establezca los valores. Sólo hay ruido. Caos -que no libertad- a raudales, falta de respeto -que no libertad de expresión-, demagogia en vez de actitud democrática: que cada cual haga lo que le de la gana, aunque su mierda salpique al vecino. Que mucha gente pida una cosa no significa que esté en posesión de la verdad. Se dice desde el Gobierno que los pobres no tienen acceso al aborto ¡Ni a otras muchísimas cosas que irían antes! El ruido, muchas veces, procede de la ignorancia, que es atrevida. O de la cobardía, que es evidentemente todo lo contrario. Hay que coger el toro por los cuernos. Así, menos gente -mucha mujer sola- acudirá desesperada a los centros de planificación familiar para ahorrarse unos míseros euros. ¡Encima! ¿Cuál es el concepto de familia de quienes acuden a un centro curiosamente llamado de planificación familiar? Ninguno. A esta sociedad enferma no le hace falta que se acorten las listas de espera para luego morir en los quirófanos en manos de manazas. A esta sociedad de las libertades de todos todavía todavía le puede la ley del más fuerte, del que pega primero, del que grita y no piensa, del que A esta sociedad malherida por la velocidad del mal llamado progreso le quedan muchas curas, la primera, la vanidad. Los ciudadanos nos ahorraríamos muchos euros si en las escuelas, en la televisión y en el hogar -sede oficial de la familia, como institución, no como agredado de individuos que ni sienten ni padecen- se trabajase por una educación en valores, que han acabado como muchos niños, ensangrentados en una papelera.

Fotografía de Almudena Hernández

Almudena Hernández

Doctora en Periodismo

Diez años en información social

Las personas, por encima de todo