SIN ESPINAS
El exceso de luz
Por Javier de la Rosa1 min
Opinión23-05-2004
Si tengo lectores fieles, imagino que querrán saber qué pienso de la boda, o no. La verdad es que de ser afirmativa su respuesta, dar mi opinión personal no tendría más valor que el de un testimonio más de un ciudadano más. ¡Qué suplicio! Una opinión más sobre la boda. Pero, no confundamos, el suplicio no es la boda. Sino toda la saturación provocada por todo lo que se ha dicho y hecho entorno de la boda. De esto sí me atreveré a opinar. La falta de mesura que lo impregna todo es preocupante en una sociedad ya de por sí sobresaltada. Una sociedad espasmódica que brinca y corre entre convulsiones. En medio de esa frecuencia taquicárdica, los individuos de esa colectividad hipnotizada a los que se les ha volcado sobre una fantasía irrealizable, corren el serio peligro de frenar de golpe y chocar contra el muro de su realidad personal; que si no saben distinguir les colma de frustraciones. En medio de tanto ruido, la pérdida de la paz es otra consecuencia grave. Lo que parece una quimera es hoy más que nunca una realidad. Lo que parecería imposible está cada vez más cerca. El peligro de hacer de lo absurdo un dogma termina pasando una alta factura. Y todos somos susceptibles de embriagarnos en medio de tanta beodez. La boda tiene para mí la importancia institucional que un hecho así le confiere a la perpetuación de una figura que los españoles hemos determinado que es “útil”; y sinceramente me alegro por todo lo bueno que haya podido engendrar en los corazones de mis compatriotas. Pero como en todo acto magnificado, la distorsión de la realidad, el exceso de luz, ciega a quienes lo contemplan.