CRÓNICAS DEL ESPACIO INTERIOR
Bodas de agua
Por Álvaro Abellán2 min
Opinión23-05-2004
Madrid lloró el 22 de Mayo, a la hora del Matrimonio. Pero una letra repetida tres veces no se convierte en una verdad. Este Madrid desierto y triste no fue Madrid; este Mayo lluvioso y triste no fue Mayo; este matrimonio i-real y triste... el tiempo, el de arena y luz, traerá comprensión, y dirá. Ya no hay juego de luces en el Madrid gris. Ya no hay colores de falso atardecer y buena intención. Ya no hay alfombras rojas de Hollywood ni modelos de Cibeles-Gaudí-París. Los medios de comunicación, ya nunca plurales, tampoco fueron caóticos o imprevisibles. La minoría cansada de la boda, que ya era mayoría, no tenía oferta cultural alternativa. El interés general cambió a totalitario. Los madrileños, acostumbrados a ejercer de pueblo unido en fechas señaladas, se quedaron en casa. Esta boda era tele-boda. Y mal retransmitida. El vestido gris perla elegido por la futura Reina en la cena de la noche anterior fue premonitorio. Gris fue el día de la boda. Gris meteorológico, gris granito, gris asfalto y gris perla de tele-realidad. Quizá el vestido gris perla, color para los actos académicos de los licenciados en periodismo, fue el último guiño de una profesional que prometió dejar paulatinamente la profesión un día antes de abandonarla por completo. El Rey está triste. La Reina, muy seria. ¿Qué tendrá la realeza? Quedó desteñida, disuelta, pasada por agua. A lo lejos se intuye la música para una boda y el “alegro” de Haendel se perdió, a lo lejos. Todo lo desdibujó la lluvia, la del 22 y la que cae desde hace años: en la Casa Real llueve sobre mojado. El cardenal arzobispo de Madrid, que ofició en solitario la ceremonia, les insistió en que en el fondo de su decisión late un profundo compromiso entre ellos y con España que sólo podrán cumplir ayudados por la gracia de Dios. ¿También borrará la lluvia estas palabras?