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CRÓNICAS DEL ESPACIO INTERIOR

Cincuenta primeras citas

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura2 min
Opinión25-04-2004

Drew Barrymore ha pasado por España para vendernos su última interpretación. Por los comentarios de la crítica y los primeros datos de taquilla, no parece de esas películas que pasarán a la historia del cine. La tesis planteada en el guión de la película apunta a una serie de reflexiones que no parecen haber quedado bien plasmadas: Henry (Adam Sandler) se enamora de una chica que pierde su memoria a corto plazo cada noche. Así, cuando él regresa al día siguiente a por su amada, ésta no le reconoce. El voluntarioso y romántico protagonista descubre que para pasar el resto de su vida con Lucy (Drew) deberá enamorarla cada día empezando de cero. La historia recupera ecos de películas pasadas y memorables, como Atrapado en el tiempo, donde el mejor Bill Murray (Phill) debe volver a vivir exactamente la misma jornada (El día de la marmota) hasta que se comporte amable y honestamente con todas las personas con las que se cruza (especialmente con una mujer de la que se enamora). Sólo cuando abre su corazón a los otros y los descubre como valiosos en sí mismos y renuncia a esa visión sastreana de que “el infierno son los otros” logra salir del círculo vicioso del egocentrismo. En ambas películas, el protagonista tiene infinitas oportunidades para hacer las cosas bien y una ventaja tremenda: si la pifian, al día siguiente pueden empezar de nuevo sin consecuencias. A nosotros, en cambio, no nos ocurre esto. Cada día que perdemos sin amar a quienes nos rodean, es una oportunidad definitivamente perdida. Y cada oportunidad perdida deja huella y poso y mella nuestras fuerzas de modo casi irrecuperable. El giro novedoso que aporta 50 primeras citas no viene del humor, de los protagonistas o del cambio completo de escenario en la historia. Viene más bien de otra lectura particular y original: no se trata de lograr hacer las cosas bien una vez en la vida -y eso fue lo que necesitó Phill, aunque ese hecho le cambiara definitivamente la vida-. Para ser un auténtico héroe es necesario renovar esa promesa a diario. “Murió el amor”, decimos a menudo. “No: lo matasteis de hambre, porque no supisteis alimentarlo”, nos dicen quienes saben de esto. El héroe del amor lucha por vivirlas todas igual que la primera cita.

Fotografía de Álvaro Abellán

$red

Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach