ANÁLISIS DE LA SEMANA
Jugar a despistar
Por Gema Diego2 min
Economía25-04-2004
Deshidratado se ha tenido que quedar el pobre Rodrigo Rato de lo que ha sudado para conseguir confirmar, por fin, su nombramiento como director gerente del FMI. Las primeras quinielas después de la renuncia de Horst Koehler daban su nombre, pero él lo negaba, él esquivaba el tema con elegancia. “Si Rajoy gana las elecciones, tendré que estar a su disposición”, decía Rato haciéndose el inocente, jugando al despiste. Pero Rajoy no ganó los comicios, y el futuro de Rato en el partido iba a tornarse gris, escondido, impropio de su labor como estadista económico. Aun así, Rato seguía negando sus ambiciones. Ya una vez le había salido rana lo de mostrar claramente sus cartas: cuando declaró que quería suceder a José María Aznar al frente del PP. Todos le miraron mal, le señalaron con el dedo, y Rato aprendió prudencia y silencio. Ahora, hasta que el camino no se le ha presentado más despejado, Rato no ha abierto la boca. Y cuando la ha abierto, encima, le han llovido las contrariedades. En Europa le crecieron los enanos de repente, y eso que se habían estado haciendo los suecos mientras Rato andaba fingiendo desinterés. A Francia se le ocurrió a última hora el nombre de otro candidato, y José Manuel González Páramo remató la faena entrando en el Banco Central Europeo. Pero Rato ha superado las dificultades y, a falta de cuatro formalismos, tiene el cargo y el alivio asegurado. Su nuevo trabajo le llevará a ensanchar ampliamente sus horizontes. De España al mundo. De una cartera de Economía, a la dirección del organismo económico más importante del planeta. Rato sembró, cuidó, regó y podó cuidadosamente. Para él ha llegado el momento de recoger los frutos de su plantación.