ANÁLISIS DE LA SEMANA
Algo se mueve más allá de Adam Smith
Por Gema Diego2 min
Economía25-01-2004
En Suiza, entre montañas, en medio de un país trilingüe de cantones, se puede encontrar el lugar perfecto para congelar el tiempo. Un maravilloso reducto en el que encerrar la pureza de las ideas que sirvieron para sustentar la Ilustración, para alentar la Revolución Francesa, el posterior ascenso de la clase burguesa, y las luchas obreras decimonónicas. En eso se ha convertido Davos: en una urna de cristal de hielo repleta de anacronismos. Los dirigentes que se reúnen en Davos desde los años 70 tratan de mantener las estructuras del libre comercio sin mácula, en un intento de protegerse de agresiones externas, de vaivenes de precios, giros económicos bruscos. Ya dijo Keynes que la única forma de evitar crisis tan acusadas como la provocada por el archifamoso crack del 29 era un poquito de proteccionismo, pero en Davos se sigue adorando la mano invisible que ordena todo según las leyes del mercado, se continúa dando la espalda a la realidad del siglo XXI escondiéndola bajo otras consideraciones. Ese afán de la secta davosiana por mirarse el ombligo le ha impedido ver que, desde el año pasado, algo se está moviendo, cada vez con más fuerza, en el resto del mundo. El Foro Social Mundial ya va por la cuarta edición y su potencia va in crescendo. Este año, sus tambores han resonado en Bombay, donde se ha trasladado desde su sede habitual en Portoalegre (Brasil). Ahora es Asia la que está empezando a escuchar el despertador. En Latinoamérica ya ha sonado lo suficiente: Lula y Kirchner se han encargado de amplificarlo, y su ausente silencio en Davos ha sido como un estruendo en medio del mundo feliz trazado por Adam Smith en el siglo XVIII. A veces, el motor del cambio surge donde menos se espera.