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ANÁLISIS DE LA SEMANA

El arte de los entramados ilegales

Fotografía

Por Gema DiegoTiempo de lectura2 min
Economía28-12-2003

¿Dónde estudiaron Antonio Camacho, los directivos de Enron, Emilio Ybarra, y el otro listo de Opening de cuyo nombre no quiero acordarme? Seguro que en el mismo sitio que Calisto Tanzi, el dueño de Parmalat. ¡Yo quiero saber dónde es! Debe ser una maravillosa universidad que oferte cursillos para aprender a hacer agujeros que tragan dinero y luego no se sabe dónde lo colocan. Fijo que se parece al colegio de Harry Potter. ¡Pura magia! Yo quiero estudiar una cosa de esas. Debe de ser maravilloso que te enseñen a crear empresas volando de paraíso fiscal en paraíso fiscal. Tomar el dinero de la gente sencilla, invertirlo en un fondo de las Islas Caimán y, en el tiempo de un estornudo, perderlo en Suiza o en Liechstenstein. Sí, yo quiero apuntarme en verano al sitio ése, a ver si me cunde más aprender a torear al Estado con mi maravillosa empresa que quemarme los ojos frente a la pantalla de un ordenador y dejarme los dedos tecleando miles de palabras cada día. Como Camacho, el de Gescartera, me compraré ropa interior a 300 euros la pieza, jugaré con mis acciones en la bolsa y lanzaré opas asesinas a todo el que me moleste. Me reiré viendo a los políticos debatir por la tele, negociando partidas aquí y allá dentro sus míseros presupuestos estatales. Con tanta transferencia a las autonomías, terminarán manejando menos dinero que los balances de mi compañía. Que me manden pronto un formulario de inscripción para aprender ese emocionante oficio exento de riesgos, pues en cuanto me vaya un poquito mal, el Estado acudirá en mi ayuda. ¡Es mejor que una beca! ¿Qué me importa morirme como Enric Bernat, el inventor del Chupachups, admirado por su original y rentable invento? Con lo en grande que me lo habré pasado creando y destruyendo chiringuitos por las islejas del mundo entero, la fama que me gane entre la gente será lo de menos.

Fotografía de Gema Diego