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EL REDCUADRO

Sapo con aceite

Por Antonio BurgosTiempo de lectura2 min
Opinión07-07-2001

Como en los paquetes de avión más hotel de esos viajes a Praga ahora tan de moda, el oficio de ministro es también con desayuno incluido. Ni continental ni a la carta: con sapos. En Tiffanys se desayuna con diamantes y en La Moncloa, con sapos. A los ministros, por la mañana, les traen el resumen de prensa al que llaman "El Panadero" en la Oficina del Portavoz y bien en esa hojas, bien en bandeja aparte, les llegan los sapos. Cada cual se traga su sapo matinal como puede. Hay ministro que cuando a las 8 lo llaman del programa de Iñaki Gabilondo o de Luis del Olmo ya tiene perfectamente tragada su media docena diaria de sapos. Cada cual, a su gusto. Hay ministro que prefiere el sapo pasado por agua, de 3 minutos, o quien gusta de los sapos revueltos. Pero ninguno como Mariano Rajoy, Arguiñano que nos ha revelado los secretos de la nueva cocina del sapo ministerial. De todas las cocinas ministeriales, la de Interior suele ser la que más imaginación echa a los fogones y manteles del sapo. Jaime Mayor Oreja se tomaba su ración diaria de sapos sin darle la menor importancia, pero no llegamos a saber si eran sapos con copos de cereales, en la leche, o sapos migados en el café. Rajoy es más imaginativo. Rajoy nos ha revelado que va de dieta mediterránea. Se toma el sapo con aceite de oliva virgen. El sapo con aceite de Rajoy es como el meyba de Fraga en Palomares o como los pepitos de ternera que se comió coram populo Miguel Arias Cañete a lo largo de la crisis de las vacas locas, ¿no va a estar gordo Arias Cañete, con la de pepitos de ternera que se ha metido para el chaleco para contrarrestar el hueso del puchero de Celia Villalobos? Los aceiteros le deben un homenaje a Mariano Rajoy. Nadie, hasta ahora, había hecho el elogio público y oficial de la tostada con aceite en el desayuno como ha hecho Rajoy. Igual que otros a esa tostada con aceite le ponen lonchas de jamón serrano o rodajas de tomate, Rajoy, como se ha olido la tostada de Celia Villalobos, le pone el sapo diario. Le sugiero incluso que pruebe con aceite monovarietal. Un aceite extraído de aceituna sólo picual, o sólo manzanilla, o sólo hojiblanca tiene que darle mucho mejor sabor al sapo. El aceite de hojiblanca de Antequera, en el que un día Don Juan Carlos hasta mojó pan, creo que es el más apropiado para el sapo. Naturalmente que si Celia Villalobos no tuviera en el Ministerio de Sanidad esa granja de producción de sapos para consumo propio de sus compañeros no habría tenido que echarle Rajoy imaginación a su nueva cocina. Pero nos hubiéramos perdido su elogio del aceite de oliva. Con un buen aceite de oliva puedes tragar no digo ya un sapo, sino hasta a Celia Villalobos. Que es estrictamente intragable.

Fotografía de Antonio Burgos

Antonio Burgos

Columnista del diario ABC

Andaluz, sevillano y del Betis

** Este artículo está publicado en el periódico ABC y posteriormente recogido de AntonioBurgos.com por gentileza del autor