SIN ESPINAS
La guerra mata
Por Javier de la Rosa
3 min
Opinión30-11-2003
Debemos ser demasiado necios porque no nos llegan esas palabras. El presidente Aznar, el domingo, y el portavoz de Exteriores del Partido Popular en el Congreso, Gustavo de Arístegui, el sábado, nos dijeron que nuestros compatriotas han dejado su vida por la libertad, por la paz mundial y por nuestra seguridad. De verás que me gustaría creérmelo, y que así fuera. Pero ni mi corazón ni mi cabeza me lo permiten. Los siete agentes asesinados en territorio hostil murieron, eso sí, por ser fieles a su patria, que fue siempre su vocación. Y obedecían ordenes. Que se creyeran el discurso de los altos mandos o de los políticos que les enviaron a la muerte es otra cosa muy distinta que, además, ya no nos podrán contar. Sobre todo, los cuatro agentes que habían vivido el infierno de la “posguerra” iraquí. Seguro que en aquellos dos coches que les condujeron a la muerte, los cuatro a los que les tocaba volver a casa les iban contando a sus compañeros de reemplazo que lo que habían visto en Iraq no era ni mucho menos lo que les habían pintado. Al día siguiente, los soldados estadounidenses mataron a 46 iraquíes. ¡Tremendo! Y alguien se extraña y se indigna de que los adolescentes de aquel país árabe pisotearan los cadáveres de nuestros compatriotas cuando ven cómo los suyos mueren como moscas cada día y nadie dice nada. No nos engañemos, los iraquíes, sobre todo los de a pie, son personas como nosotros. Esto que parece evidente no lo es en términos informativos. Nadie sabe a ciencia cierta cuántos iraquíes murieron durante la ofensiva militar hasta derrocar a Sadam Hussein y, sin embargo, cada día se da un parte de los norteamericanas. Satélites, tecnología punta, cientos de medios de comunicación y nadie podría dar una cifra oficial de víctimas iraquíes. Ni civiles, y menos militares. Cualquier previsión nos asustaría. Pocos se atreverían en Occidente a publicitar esa realidad con equidad. El efecto sería devastador para nuestros intereses políticos. Para creernos toda esta bazofia que nos han contando de las armas de destrucción masiva, para superar todo el bombardeo de desinformación al que hemos sido sometidos nos hace falta resignarnos. Permanecemos impasibles ante toda esta podredumbre moral cuando somos condescendientes con la idea de que el hombre es así y que está en su naturaleza aniquilarse. El paso siguiente es compadecernos y tragar con esta falsa realidad que nos venden. Sólo siendo pesimistas con el ser humano, sólo dejando que la desesperanza se apodere de nosotros, podemos creer en todo eso. Pero esta no es la verdad, por eso nuestro corazón no admite esos argumentos con los que los políticos tratan de justificar la guerra. Podrán seguir permitiendo que la gente se mate pero algún día tendrán que pagar su irresponsabilidad. Las personas que asesinaron a nuestro agentes estaban equivocadas pero no eran terroristas, eran soldados de la resistencia iraquí que creen que lo que hacen con esa acción es liberar a su país de la ocupación. Las órdenes se la dio, probablemente, un militar enfermo de poder que obedece el mandato de un dictador enfermo de venganza. Pero el fin no justifica los medios. Y eso es igual en Oriente y en Occidente. Por eso, por mucho que intenten engañarnos Bush y compañía, la paz nunca se podrá conseguir haciendo la guerra.
