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ANÁLISIS DE LA SEMANA

Serendipia

Fotografía

Por Gema DiegoTiempo de lectura1 min
Economía16-11-2003

En un curioso estudio sobre los libros de texto de infantil y primaria, se concluía que, en las ilustraciones, el empresario siempre venía dibujado con cara de diablo. ¿Será consecuencia de una perversa maquinación subliminal del comunismo agonizante? Quizás se trate de transmitir a los niños la idea de que el empresario es un ser muy malo que se queda con nuestro trabajo, nos paga poco dinero, y encima nos roba. Conclusión: ¿qué se merece el empresario? Pues ir a la cárcel. Sin embargo, en Rusia, el magnate Mijail Jodorkovski se está convirtiendo en el mártir del libre mercado y en la víctima por excelencia de un Estado que no se resiste a comprimir su poder. Para sus compañeros un ángel, para Putin un demonio. Y Yukos, la pobre empresa expoliada que está pagando el pato. Porque, con semejante panorama, ¿a quién le van a quedar ganas de invertir en ella? ¿Quién trabajará para que no se vaya hundiendo paulatinamente su valor en el mercado? En una coyuntura económica en la que muchas empresas van de pérdidas en pérdidas, Jodorkovski había prosperado milagrosamente: en 1995, compró Yukos por 309 millones de dólares, una décima parte de su valor real. Pocos años después, Yukos ya era la cuarta empresa mundial en producción de petróleo, y la fortuna de Jodorkovski alcanzaba los 8.000 millones de dólares. Unos tanto y otros tan poco. Pero tan fácil como subir en espuma de champán es volver a bajar columpiado en el pop-pop de las burbujas de gas. Jodorkovski era un modelo de transparencia y ahora está en cárcel: pura serendipia o, lo que es lo mismo, casualidades de la vida.

Fotografía de Gema Diego