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EL REDCUADRO

Quiero viajar como Arenas

Fotografía

Por Antonio BurgosTiempo de lectura2 min
Opinión29-09-2003

Como la luna llegó a la fragua con su polisón de nardo, Rajoy vino a Sevilla a debutar con caballos como preconizado candidato a presidente. Su polisón de nardo andaluz era Javier Arenas, monstruo, cumbre. Campeón como siempre. Y como siempre, con la hoja de ruta de sus récords de Guinnes de los desplazamientos por España. Como soy de letras, no conozco la velocidad de la luz, pero evidentemente es bastante menor que la de Arenas. Cuando aún era ministro de Administraciones Públicas, asistió en el mismo día a cuatro tomas de posesión, cuatro, de presidentes autonómicos. Al final de la jornada diría como el título de la película sobre viajes turísticos de paquete: "Si este tío es Areces, esto es Asturias". Como Rajoy es tan cauto y siempre tiene echado el freno de mano de la retranca, cuando reunió en agasajo postinero a los empresarios de Sevilla, nadie hablaba de su promesa de que al pulpo de la política económica de Rato, ni reñirle. No se comentaba otra cosa que la movilidad de Arenas: -- Fíjate, esta mañana estaba en Cantabria y ahora está aquí. Lo de Arenas es estrictamente divino: está en todas partes. En efecto, era la 1 de la tarde, y a esa hora ya le había dado posesión en Santander al delegado del Gobierno. Y tras almorzar, se iba con Rajoy a Málaga, para volver a dormir a Madrid. Tanto se sorprendían todos, que le pregunté: -- ¿Pero lo tuyo es en avión de línea regular o en aeroplano del Gobierno? -- En estos casos utilizamos el Mystere... Así, cualquiera. Eso no tiene mérito. Como lo de Aznar, de merendar con Blair en su casita marroncita de Londres y cenar con Bush en la Casa Blanca. Así, en Mystere o con el Airbus nuevo, hasta lo hago yo. Estos presidentes y vicepresidentes que desayunan en Bruselas y almuerzan en Nueva York no tienen mérito. Viajan sin saber qué es un billete ni una tarjeta de embarque. No les preguntan lo de ventanilla o pasillo. No tienen que facturar las maletas, ni enterarse por qué puerta sale el vuelo. Que nunca les cancelan, y donde nunca les pierden las maletas. Y al llegar, no tienen que ir a la cinta de equipajes, ni buscar carrito para las maletas sin llevar dólares sueltos, ni ver por dónde se sale para encontrar al taxista más sinvergüenza de todo Nueva York. Los aparentemente prodigiosos viajes de estos señores no tienen mérito alguno. Mérito, el de Enrique Ponce, que toreó ayer tarde en Nimes y hoy hace el paseíllo en Algeciras... sin Mystere.

Fotografía de Antonio Burgos

Antonio Burgos

Columnista del diario ABC

Andaluz, sevillano y del Betis

** Este artículo está publicado en el periódico ABC y posteriormente recogido de AntonioBurgos.com por gentileza del autor