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EUTANASIA

Fallece el joven tetrapléjico francés ayudado por su madre a morir

Por Sandra CarreteroTiempo de lectura1 min
Sociedad22-09-2003

"Os pido el derecho a morir". Ese era el deseo de Vincent Humbert, que ha quedado plasmado en su libro que sale a la venta el mismo día del fallecimiento del autor. Vincent era un joven francés de 21 años que tras sufrir un accidente de coche hace tres años quedó tetrapléjico, ciego y mudo. Su comunicación con los demás era mediante su dedo pulgar en la palma de la mano de su interlocutor, en ella escribía las palabras por letras. Así escribió su libro.

Pero Vincent no murió debido a su estado de salud. Falleció con la ayuda de su madre que tras un descuido del personal del hospital, Marie se las ingenió para inyectar a su hijo en el suero del que se alimentaba un compuesto de barbitúricos en el goteo. Cuando los médicos se dieron cuenta ya poco se podía hacer por la vida de Vincent. Su rezo empezaba a cumplirse. Desde el lunes de la semana pasada Marie Humbert afirmaba en los medios de comunicación franceses que cumpliría el deseo de su hijo de poner fin a su sufrimiento y añadía: "Voy a hacer todo lo posible por ayudarlo. Las consecuencias no tienen importancia. En relación con lo que estoy viviendo, no será nada". Las consecuencias judiciales han sido claras, Marie se enfrenta a una posible petición de cadena perpetua por intentar asesinar a su hijo. La Justicia abrió diligencias, pero no acusó formalmente a Marie Humbert, que dejó incluso de estar bajo custodia policial y fue ingresada en un hospital. Horas antes del fallecimiento de Vincent se reunió el equipo médico que había tratado al joven en el hospital para estudiar la propuesta que tantas veces pidió el chico: "Teniendo en cuenta el cuadro clínico, la evolución y los deseos que había expresado diversas veces Vicent, ha decidido limitar los activos terapéuticos. El equipo médico que le ha acompañado durante los últimos tres años ha tomado esta decisión colectiva y difícil con total independencia", subraya el centro.

Fotografía de Sandra Carretero