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APUNTES DE BANQUILLO

Servir a Dios y al diablo

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura2 min
Deportes21-09-2003

Bastantes aficionados a esto del deporte, y algún que otro compañero me consta que también, andamos bastante mosqueados con cómo la televisión pública da cobertura a sdeterminados acontecimientos. Los mismos que presumen de tenerlo todo, si fuera verdad, no harían fluctuar la lista de deportes de interés general al son del dinero de los patrocinadores. No nos engañemos: la Fórmula 1 se retransmite por la estrategia de márquetin de Renault, no por el interés en Fernando Alonso; las motos se financian a golpe de petrolera, de telefonía y de organización española. El tenis, aparte cuatro partidos de Grand Slam al año, se reduce a la Copa Davis, y sólo cuando España juega en casa. El voleibol, el baloncesto femenino, los Europeos de hockey, deportes que –en teoría– son de interés público, por competir las selecciones nacionales, están ninguneados. Hace unas semanas, hubo un experimento: se intentó hacer un minicarrusel y desdoblar la programación para ofrecer el Mundial de atletismo y la final del Mundial sub-17 de fútbol –que es interesante, pero se puede dar en diferido. Pero a deportes con tirón, como el ciclismo, lo mutilan hasta en el interés general. La Vuelta a España, saturada de publicidad, desaparece a la mínima ocasión. Y resulta que, como ha pasado, en alguna etapa sólo se han transmitido en directo los ¡¡ocho kilómetros!! finales. Entre tanto, los comentaristas están de compadreo, o en su autobús contando anécdotas y muletillas, y los periodistas de las motos… haciendo nada. Está bien que se gaste un pastón en producir la señal internacional, pero si no lo dan ni ellos, para qué se gasta el dinero. El servicio público es en toda Europa el modelo de la televisión estatal, que para eso están los canales privados y las plataformas digitales –que si se equivocan en la gestión, no tienen a quién culpar de sus pérdidas–. Pero en España, la tele es un instrumento para la propaganda y el intercambio de favores al mejor postor del gobernante de turno, y trata de estar en misa y repicando campanas. Así que ni chicha ni limoná: ni se elimina la publicidad, ni se propone como única fuente de financiación, porque de otro modo sería imposible eliminar el déficit sin cargar de ceros la factura a los Presupuestos del Estado. Pero mientras haya cuatro periodistas que hagan el trabajo de dos, y los dos sobrantes no estén dando cobertura a otros deportes porque no hay un patrocinador interesado, el interés por los deportes es un cuento. Por favor, señores diputados y legisladores: si no se ponen de acuerdo con el modelo de televisión, déjennos elegir si pagamos con nuestros impuestos una televisión que no sirve al interés de los ciudadanos. Gracias.

Fotografía de Roberto J. Madrigal