EL REDCUADRO
Los nuevos judíos
Por Antonio Burgos3 min
Opinión14-09-2003
Los judíos del gueto de Varsovia se montaban en los trenes de mercancías camino de los campos de exterminio con bastante menos resignación con que los fumadores nos dirigimos a la peor mesa del restaurante donde nos conducen como aprestados, por nuestra nicotínica afición. Nos sentimos herederos de los judíos en la Alemania nazi. Quieren mantener la pureza de la raza. Sin tabaco. Estamos a cinco minutos de que el tabaco sea agravante en el Código Penal, y que el fiscal pregunte al reo: -- ¿No es cierto que cuando le pegó dos puñaladas a la víctima se había fumado dos ducados uno detrás de otro? ¿Y no es menos cierto que cada día se fuma usted paquete y medio? La Guardia Civil nos parará en la carretera para que soplemos el artilugio. No para ver si estamos pasados de copas, sino para comprobar si veníamos fumando. Prohibirán que se fume mientras se conduce. Ya se prohibe fumar en casi todos los trabajos, en casi todos los locales públicos. Con la resignación con que los fumadores aceptamos todas las agresiones a nuestra libertad, no será extraño que la Unión Europea ordene pronto que todos llevemos una estrella amarilla en la manga. En este mundo que alardea de tolerancia, los fumadores somos los nuevos judíos, el pueblo perseguido. Nadie puede ser perseguido por sus ideas, excepto si es la idea de encender un cigarrito. ¿Por qué tenemos que consentir que ahora por el precio del paquete de tabaco nos vendan impresa en su cajetilla una novela de terror? Me divierten mucho estas esquelas mortuorias del paquete de tabaco. Tomo en el estanco cada paquete con interés de coleccionista de fascículos, y me digo: "A ver si en este dice que fumar produce sarna, urticaria, caspa, o ventosidades de fabada asturiana...". Son como novelitas ejemplares, en las que no sé cómo la Junta de Andalucía, en su incoherente defensa de las fábricas tras su campaña antitabaquera, no ha mandado poner: "No fumar produce paro. Acuérdense de Altadis, que ha apuntado en el Inem a Carmen la Cigarrera". Ahora nos pondrán en las cajetillas el museo de horrores de las fotos de fases terminales de enfermedades. No sabremos si nos hemos comprado un paquete de Marlboro o un tratado de Anatomía Patológica. En justa correspondencia, en las etiquetas de las botellas de brandy, de Rioja y de Ribera, debería poner: "Beber produce cirrosis". En las contraetiquetas de la ginebra y el güisqui, fotografías de las inocentes víctimas de los accidentes que provocan los conductores borrachos. Y en el parabrisas de los automóviles, junto a una foto de un tetrapléjico: "Correr con el coche puede dejar a alguien así". Y, sobre todo, me parecería muy bien esta inquisitorial cruzada si el Estado decidiera dejar de ingresar impuestos por algo que dicen tan dañino. Si el tabaco mata, ¿por qué el Estado consiente su venta y se lucra de sus impuestos? Hay que corregir esas etiquetas, y que pongan: "Fumar puede matar con la complicidad del Estado, que se lleva unos euros muy curiosos de este paquete". Al menos, hasta que con nosotros los fumadores decidan hacer directamente pastillas de Heno de Pravia.
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Antonio Burgos
Columnista del diario ABC
Andaluz, sevillano y del Betis
** Este artículo está publicado en el periódico ABC y posteriormente recogido de AntonioBurgos.com por gentileza del autor