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SIN ESPINAS

Teledictadura

Fotografía

Por Javier de la RosaTiempo de lectura2 min
Opinión22-06-2003

Gays a las dos, travestidos a las cuatro, streptease a las seis, siliconas a la ocho, tortilleras a las diez. Y todos juntos y revueltos a partir de las doce. Es la dictadura del caca, culo, pedo, pis. ¿A eso le llaman libertad de expresión? Si se me ocurriera pedir la prohibición de todos esos contenidos, me llamarían censor fascista. Pero ya que me considero una “minoría razonable”. Me pregunto: ¿ la democracia no es ese sistema que gobierna para la mayoría defendiendo los intereses de las minorías? Y olvidándome de mí que ya no tengo remedio. ¿Qué será de esos niños de hoy dentro de 10 años? Yo me acuerdo con alegría de Espinete y Don Pin Pon pero los chavales de hoy recordarán mañana con amargura a ídolos de paja, subidos a la parra y confundidos por la noche como Dinio y Pocholo. ¡Que salto cualitativo ha dado la sociedad española en 15 años! ¡Cuánto progreso! De la Bruja Avería a Aramis Fuster, del Monstruo de las Galletas al de las setas alucinógenas: Ricardo Bofill. De la Gallina Caponata a Tamara. Y de Alf a Yola Berrocal. ¿No jurarían que esta chica es extraterreste? El circo de los payasos se llama hoy Crónicas Marcianas y la diferencia fundamental es que antes nos reíamos sin morbo con las gracias preparadas de Miliki y Fofo y ahora nos reímos de personas como La Pantoja y Julián Muñoz, Margarita seis dedos y Leonardo Dantés. El gran gurú de todo esto -Javier Sardá, miembro de otra familia de payasos-, trata de explicar desde hace algunas noches que esto es sólo una broma, que no hay que creerse nada. Vamos, que esto es como un culebrón en el que si se muere alguien en la tele no se perece de verdad. Sin embargo, lo que no cuenta Sardá es que sus objetos de mofa son personas que sufren. Que tienen algún familiar decente que se echa las manos a la cabeza cuando ve que sus seres queridos son vilipendiados, pisoteados y capaces de someterse a cualquier escarnio público porque han relegado valores como el honor y la autoestima a la base de su existencia. Me preocupa qué será de ellos cuando todo esto pase o simplemente sean sustituidos por personajes todavía más ridículos o nefastos. Porque no son objetos, señor Sardá, son personas.

Fotografía de Javier de la Rosa