APUNTES DE BANQUILLO
Méritos sin orden
Por Roberto J. Madrigal
2 min
Deportes22-06-2003
Los milagros, a pesar de que la fe pueda mover montañas –que las mueve–, son por definición hechos excepcionales. Tan excepcional como que un puñado de figuras, que además de sabérselas todas en los momentos de máxima tensión –véase Ronaldo, que a fuerza de goles ha demostrado volver a ser el que fue, a pesar de alguna que otra extravagancia capilar–, sean capaces de amarrar un título que se les puso en bandeja cuando menos se lo podían esperar. El Real Madrid, pues, sigue acrecentando el relumbrón de un equipo llamado a la leyenda. Como un reloj, el club que ha puesto en orden Florentino Pérez, cumple un ritual que se mantiene inalterado desde hace seis años: ganar la Liga en los años impares y la Champions League en los pares. Los borrones, sin embargo, provienen de la Copa del Rey y –en cuanto a la grandeza del club– la desorientada sección de baloncesto. Pero el mérito no es hablar del campeón, sobre todo si ése es su objetivo, sino del que los ingleses llaman runner-up: en traducción libre, “el que corre hacia arriba”. De la mano de Reynald Denoueix, la Real ha encontrado también la estabilidad institucional que necesitaba: suficiente como para poder exprimir el potencial de una buena plantilla –aunque sin el valor añadido que distingue a los cracks de los grandes jugadores, suplido en cierta medida por la buena voluntad– y poder disfrutar, por primera vez, del prestigio de lucir en la manga el baloncito de estrellas que identifica a la Liga de Campeones. Merece una sincera enhorabuena el club txuri-urdin, que sabía de la dificultad de la gesta: la afición fue sabia y no se ocupó de agobiar al equipo por ganar –es más, reconoció el orgullo de haberlo dado todo por completar una magnífica campaña–, sino de celebrar, a pesar de que no habrá título que lo atestigüe, que el pasado ya no tan reciente de la Real, los dos títulos de hace dos décadas, ya no acumulará polvo en las hemerotecas. Ahora queda trabajar para que no sea un espejismo, un trabajo para el que el presidente, José Luis Astiazarán, ha demostrado estar capacitado, y lo mejor de todo, sin hinchar pecho. El lado oscuro de la fiesta –también para el Barcelona, quién lo iba a decir– es que cuando en Europa hace más o menos un mes que se conoce al campeón, aquí aún estemos a verlas venir, y sin saber el calendario de la próxima temporada. No puede ser que la Liga de Fútbol Profesional (LFP), compuesta por los clubes, y la Federación Española (RFEF) se salten a la torera el calendario único propuesto por la FIFA. Hay que respetar las vacaciones de los jugadores –que no se olvide, son la parte más importante del negocio– y no quejarse después de que se cansan por los viajes con sus selecciones.
