CRÓNICAS DEL ESPACIO INTERIOR
Primavera
Por Álvaro Abellán1 min
Opinión27-04-2003
Despreocupados de abrigos y capuchas, los niños juegan con los árboles. Una señora se oculta bajo la inútil ropa de invierno en el primer e inesperado día de sol. San Jorge anuncia con rosas y libros el primer sol que ya no se esconde. Una princesa urbana lee en la calle. Por fin, aire y luz para el eterno lector. Un sol descarado que rejuvenece a los libros, más blancos, puros, reveladores, luminosos, mágicos. La alegría del lugar y el tiempo presente. Aquí, ahora. Todos los siglos maceraron hasta producir este instante, momento que un desesperado Umbral no logra atrapar y un magistral Azorín congela con su fotografía alfabética, negro sobre blanco, para el eterno presente. También aquí, por fin, la guerra ha terminado. Algo después que en Iraq. Estas, la de enfrentamientos y la de aquí no ha pasado nada, son las dos españas, y no la bastarda impostura -la republicana y la nacional- que nos han enseñado. La roja y la azul son sólo el penúltimo modo de la España de pícaros y quijotes, Fallas y sanfermines, contrastes ruidosos y a veces soliviantados. La otra España, en primavera y posIraq, es la de sanchos y labradores, playas y procesiones, encuentro cordial en la comida, café, copa, puro y siesta de padrenuestro y orinal. Síntesis definitiva de contrastes. “Españolito, una de las dos españas ha de partirte el corazón”. Quizá. Pero no la mitad azul o la mitad roja, sino la actitud azul y roja, que es la misma, y, si hay rotura, sólo hasta la próxima primavera, donde las letras, las gentes y las costumbres universales nos traerán a la de siempre, la España actual y eterna que sabe conciliar las diferencias.