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CRÓNICAS DEL ESPACIO INTERIOR

Los Goya

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura2 min
Opinión02-02-2003

Acertaron al plantear la gala en ese look circense. No tanto en su ejecución como en el espíritu: casi todos los que pronunciaron palabras aquella noche hicieron, en el sentido menos noble de la palabra, el payaso. Pervirtieron la noche del Séptimo Arte hasta convertirla en un altavoz de propaganda política. A la mañana siguiente escuché un boletín de la Ser para recordar los ganadores, pero no pude enterarme. Todo eran testimonios sobre el chapapote y el “No a la guerra”. Más desvergonzada y miserable propaganda bajo la careta de la información objetiva. Dicen que la cultura española es de izquierdas, pero viendo la Gala de los Goya mi duda es más bien si en este país hay cultura. “Da vergüenza que esta gente nos represente”, me decía mi amigo más rojo mientras el circo de actores politicastros giraba y giraba. Pensé que lo peor había pasado con la pataleta de los defenestrados de Caiga quien caiga -uno de los programas de humor más destructivos de la historia de la televisión española, por si alguien no entendió el porqué de su nombre-. Pero no, lo peor fue la declaración del premiado como director novel: “El lema ‘No a la guerra’ no es correcto: guerra a la guerra”. Tan tópico era ya su uniforme de alternativo cultural -mirada caída, humilde chepa, pelos desordenados y gafas de pasta- que todos debimos intuir su tópica afirmación estúpida. Él, que sabe más que nadie, corrige el lema que hasta entonces todos los borregos del mundo del cine habían repetido durante la noche y propone el suyo, sin duda mejor: “Guerra a la guerra”. Hasta ese momento creí que era la guerra, cualquier guerra, lo que había que evitar. Me di cuenta de que no. No se trataba de evitar nada, sino de parecer progre. Y el más progre resultó ser el más belicoso. Repasando mi memoria descubro que la Ser no fue tan tendenciosa. En la última gala de los Goya, verdaderamente, se habló muy poco de cine. Tanto que incluso mi elogio para la injustamente minuspremiada En la ciudad sin límites tendrá que esperar. Y todo, no porque nuestra cultura se ocupe de la política -ojalá-, sino porque nuestra cultura, en forma y fondo, se ha vuelto un circo.

Fotografía de Álvaro Abellán

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Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach