CRÓNICAS DEL ESPACIO INTERIOR
La verdad escondida
Por Álvaro Abellán2 min
Opinión16-12-2002
“Escondámosle al hombre la verdad, porque la verdad es poder”. Esta frase pronunciada por los dioses paganos que castigaron a Prometeo por robarles el fuego y traérnoslo a los mortales cabe perfectamente en boca de nuestros políticos. Ya la rescataron los ilustrados con su “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”; ellos y su enciclopedia llenaron la vida del hombre de significados que ahogaban su sentido. Así llena hoy la televisión pública sus informativos, en la dirección de ayudar a Galicia, pero en sentido contrario: el de ayudar al Gobierno. ¿Dónde esconder la verdad? A la actividad ilustrada de sepultarla con informaciones superfluas se le llama ahora “espiral del silencio”. Esta teoría supone que aquello de lo que no se habla en los medios de comunicación no estará tampoco en el debate público, no se hablará en las calles. Los medios públicos creen que aunque la gente hable del Prestige no lo hará de la marea negra -término prohibido en las redacciones los primeros días-, no hablará de planes alternativos o más eficaces que los del Gobierno, etc. Pero este Gobierno no es ilustrado y existen medios de comunicación volcados en otros intereses y existe Internet, red plagada de medios independientes. Aquí no sirve la espiral del silencio. Otra técnica complementaria se basa en la teoría de la “agenda”: lo que se habla en los medios de comunicación es lo que estará en la calle. “Lo que dirán los españoles [piensan] es lo que les contemos nosotros”. No contaban, de nuevo, con otros medios de comunicación y, sobre todo, no contaban con la marea blanca de voluntarios que vivieron lo contrario al oficial “todo está controlado”. Los políticos de hoy, como los ilustrados, se empeñan en esconderle al hombre la verdad cubriendo evidencias con palabras huecas y disparando fuegos de artificción que tratan de desviar la mirada de lo importante. Pero no consiguen engañar a muchas personas. No a quienes miran hacia sí mismos, a quienes escuchan su corazón, porque es en el corazón humano donde los dioses escondieron la verdad. Pensaban que allí jamás la encontraríamos. Con algunos políticos no se equivocaron.