ANÁLISIS DE LA SEMANA
No hay derecho
Por Almudena Hernández2 min
Sociedad15-12-2002
No hay derecho a decir que no hay derechos humanos. Siempre hay algún hombre bueno que está dispuesto a dejarse la piel por defenderlos. Aunque quizás resulte ser casi tan duro como ser víctima de su incumplimiento. Los derechos humanos son las leyes de la conciencia de cada cual. Están ahí y es necesario cumplirlos para que este mundo no se convierta en el peor de los posibles. Ah, ¿que ya lo es? Si es así, razón no falta a quien pueda pensarlo, entonces el hombre debe preguntarse realmente para qué sirve la Declaración de los Derechos Humanos, claro está, después de saber de su existencia. Una cosa está clara: son de todos y para todos, no sólo para quienes sufren su falta de vigor en primera línea. Salvando las distancias, es como decir que con el chapapote se apañen los gallegos, cuando es un problema -y gordo- de todos. O la inmigración. Se reniega de ella cuando se producen los efectos más desagradables ante la venida de población extranjera. Molesta la pobreza, la necesidad, la falta de higiene, la falta de educación. Del inmigrante necesitado -el rico parece no importar- molesta lo que no tiene: sus carencias, ésas que le obligaron a subir a una patera o a los bajos de un camión para enterrarlas para siempre en tierra extraña. También los inmigrantes tienen derechos. Y es bueno que todos respiremos del mismo aire, si es que este merece la pena. Precisamente, surge otra comparación. Los derechos humanos son como el aire, no tiene fronteras, se comparte y es necesario para vivir, necesario para todos. Urge cuidarlo, por encima de otros intereses. Ah, ¿que hay intereses? ¿que por éso importa un pito que no se cumplan los derechos humanos? Quizás el ex presidente de Estados Unidos Jimmy Carter se dio cuenta de ello hace varias décadas y fue eso lo que le empujó a embarcarse en una lucha por la paz y la salud de todos los habitantes de todo el mundo.
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Almudena Hernández
Doctora en Periodismo
Diez años en información social
Las personas, por encima de todo