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ANÁLISIS DE LA SEMANA

La vida no es bella

Fotografía

Por Almudena HernándezTiempo de lectura2 min
Sociedad24-11-2002

Cada vez cuesta más trabajo sacar el lado positivo de las cosas. La vida golpea, más a quienes menos lo merecen. Les duele mucho la vida a los débiles, a los inocentes a quienes apenas han comenzado a conocerla y ya han experimentado sus sinsabores, en cualquier lugar del mundo. Se los saben al dedillo. De lo que sufran esos pequeños sabios en experiencias depende que en el futuro ellos hagan sufrir, si es que llegan. Hay que pensar en lo que no se les da a estos pequeños hombres en pronóstico, pero también hay que hacer un inventario de lo que se les está ofreciendo a los niños de este mundo: basureros en vez de despensas o demasiadas chucherías, playas contaminadas o demasiadas vacaciones, educación en la violencia o ninguna escuela, materialismo o carencias de valores sólidos, culto a la imagen o toneladas de imágenes que ellos no deberían entender, y culto además a la superficialidad, a la estética vacía, al consumismo, al placer por el placer, a la satisfacción rápida, poco respeto… Quizás los niños del tercer mundo, esos que se mueren por que no tienen pan, son los más felices de los niños que sufren. También quizás no, pues el sufrimiento tiene pocas medias tintas. En el mundo desarrollado, los niños están cayendo en el olvido, secundados al rincón del tiempo libre que deja el trabajo, el afán de poder y éxito. Al niño del siglo XXI hay que recuperarle la madre y el padre. El niño rico –o al que aparentan que lo es- tiene tata, videojuegos y juguetes por toneladas, pero no tiene ilusión. En muy pocos casos puede verse la inocencia en sus ojos. Al mundo del siglo XXI le urge cuidar la inocencia. Sin ella es como si el amanecer no tuviese sol y sin él, tanto el atardecer como la noche resultan inútiles y la vida, menos bella. Con niños tristes, la vida: una inutilidad más.

Fotografía de Almudena Hernández

Almudena Hernández

Doctora en Periodismo

Diez años en información social

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