Historia de un ¬cambalache problemático y febril¬ entre Argentina y el FMI
Por Gema Diego2 min
Economía24-11-2002
Las relaciones entre la Argentina del siglo XXI y el Fondo Monetario Internacional (FMI) han sido como un tango de Gardel desde que la primera entrara en crisis hace más de un año: arrastradas, desgarradas, complicadas y repletas de desaires.
Con la eliminación del corralito, Argentina cumple por fin una de las condiciones más imperiosamente impuestas por el FMI. El organismo internacional ha ido aumentando progresivamente sus demandas desde que, en noviembre del 2001, comenzara exigiendo a Argentina un plan económico estable para otorgarle préstamos y desbloquear las ayudas del Banco Mundial (BM) y del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). A partir de ese momento, cada esfuerzo del país sudamericano ha obtenido como respuesta una negativa cada vez más lacerante. Primero fue su incapacidad de limitar el déficit estatal y pactar el presupuesto para el 2002. Después, el director del FMI, Horst Koehler, tachó de incoherente el plan económico presentado por el Gobierno. A continuación, este calificativo dio paso al de "poco realista". Ahora, el FMI se ha quedado sin excusas y sólo responde con silencios. La única señal de compasión que ha dejado traslucir el FMI se ha manifestado a través de prórrogas que llegaban siempre en el último minuto, justo cuando Argentina se hallaba a punto de precipitarse en la suspensión de pagos. En diciembre del 2001, el país sudamericano se salvó por muy poco, gracias a un aplazamiento del pago de una deuda de 933 millones de dólares. El pasado mes de septiembre, el FMI tuvo otro gesto de indulgencia para con el gabinete de Duhalde. Dos meses después, le ha vuelto a faltar valor para darle la puntilla. El FMI también se ha sentido molesto por la forma en que el Gobierno argentino ha intentado cumplir sus exigencias. A su orden de acabar con el sistema de bonos de pago paralelos al peso, Duhalde alegó que su supresión desencadenaría una tremenda inflación. A su idea de convertir obligatoriamente los depósitos bancarios en deuda pública, el Gobierno contraatacó aplicándola de manera opcional. Y a las reticencias del FMI, Argentina plantó cara poniendo fecha máxima para llegar a un acuerdo. Siguiendo con el ritmo del tango de Gardel, los argentinos parados han hecho suya la idea de que "el que no llora no mama", y se han echado a la calle para pedir derechos y, sobre todo, comida. Más de la mitad de la población vive en la pobreza, y los repartos de alimentos se han convertido en el único medio de subsistencia para las familias con bajos recursos.