SIN CONCESIONES
El selfiexilio de Puigdemont
Por Pablo A. Iglesias4 min
Opinión05-11-2017
Hubo un tiempo político en España en el que el programa electoral lo era todo. "Programa, programa, programa", solía proclamar el comunista Julio Anguita. Pero la realidad le dio la espalda. Las urnas y el final de siglo sepultaron aquella intelectualidad. La herencia cayó en manos de otro dirigente con un lenguaje más vetusto y decimonónico como Francisco Frutos, al que ahora curiosamente se aplaude por ejercer de portavoz españolista en las manifestaciones contra la independencia de Barcelona. Increíble pero cierto. ¡Cómo debe de estar el país para que Frutos encarne el discurso racional frente al desafío independentista! ¡Cómo debe de estar la izquierda para que su sucesor, Gaspar Llamazares, represente la voz de la cordura y la sensatez! Sus vástagos políticos, coaligados en Unidos Podemos, han emprendido una deriva nacionalista con tal de distanciarse del PSOE y, por supuesto, de Ciudadanos y del PP. Si Rivera y Rajoy defienden una tesis, Alberto Garzón y Pablo Iglesias defienden la contraria, sea cual sea.
Para marcar tendencia, basta con montar un circo cada día, incluso haciendo el payasoFrente a la doctrina de Anguita, ahora prima la foto y el tuit superficial en las redes sociales. Una pregunta parlamentaria de control al Gobierno se despacha con una impresora entre los brazos. El programa electoral se ha sustituido por el selfie y por camisetas reivindicativas con las que posar para la foto. Porque la fotografía es el mensaje, como diría en estos tiempos el maestro McLuhan. Un discurso es aburrido, insípido y carece de atención mediática. En cambio, un desnudo parlamentario a lo Full Monthy puede encumbrar a un diputado desconocido como Joan Baldoví y convertirlo en una referencia dentro del Grupo Mixto. El que no da la nota no es noticia en esta era de la superficialidad. Para llevar la iniciativa política, ya no hay que presentar propuestas de interés para los ciudadanos. Al contrario, quien hace eso está muerto porque los periodistas no le hacen caso alguno. Para marcar tendencia, basta con montar un circo cada día. Da igual si es con leones, con brincos o simplemente haciendo el payaso. Lo fundamental es acaparar la pista central. Por encima de todo, show must go on.
La fuga de Puigdemont a Bélgica es un selfiexilio para seguir ocultando la verdadEn estas últimas semanas no existe mayor teatro que el de Carles Puigdemont. Su fuga a Bélgica para evitar ser encarcelado como la mayoría de su gobierno autonómico se ha convertido en un selfiexilio. Fotos y circo por doquier. Todo con tal de ocultar la verdad y no hablar del verdadero programa: la independencia. Artur Mas y Carles Puigdemont llevan cinco años alimentando la sed de secesión, agigantando un sentimiento de odio a España para no hablar de lo realmente importante. ¿La independencia es buena? ¿Cataluña vivirá mejor? ¿Generará más prosperidad? ¿Será excluida de la UE? ¿Perderá el euro? Nada de esto se habla porque el separatismo ha sabido rehuir con destreza el debate para situar el centro de la discusión en argumentos no racionales. No defienden la independencia por ser mejor para Cataluña. Únicamente la reivindican como solución a su hastío hacia España. Podemos también elude ese dilema y para no responder distrae la atención hacia el buenista principio de autodeterminación.
El selfiexilio sirve para simular un estado de excepción que no es tal
Puigdemont ha huido a Bélgica para transformar la campaña electoral hasta el 21 de diciembre en un selfie continuo. No es casualidad. Es una estrategia premeditada para eludir temporalmente la cárcel y seguir alimentando su discurso victimista. Es un selfiexilio en toda regla, con abogado experto en defender a terroristas de ETA y con entrevistas internacionales a medios de comunicación europeos para acaparar la atención. Mientras la prensa habla de las piruetas judiciales de Puigdemont no dice palabra de sus ilegalidades. Mientras su flequillo llena minutos de televisión, no queda tiempo para todo aquello de lo que no le interesa hablar. El selfiexilio sirve para simular un estado de excepción que no es tal. El independentismo hace mucho ruido. En cambio, la Justicia no tiene voz ni rostro. El Estado de Derecho actúa en silencio y a ritmo lento. Pero es implacable. En definitiva, del fútbol y toros de Franco durante la dictadura hemos saltado ahora al circo y odio a España del independentismo. Es otra clase de totalitarismo pero sus técnicas de distracción son las mismas.
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Pablo A. Iglesias
Fundador de LaSemana.es
Doctor en Periodismo
Director de Información y Contenidos en Servimedia
Profesor de Redacción Periodística de la UFV
Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito