Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

ANÁLISIS DE CULTURA

La persistencia retiniana en el siglo XXI

Fotografía

Por Marta G. BrunoTiempo de lectura3 min
Cultura01-11-2017

El cine comienza como si de un documental se tratara, testigo de nuestras vidas más o menos aburridas. Aunque a diferencia de 1895, hoy somos magos de la realidad paralela. Un juego de niños que comienza con una sucesión de chapoteos en La Mer, los obreros como actores de Hollywood durante 46 segundos en La salida de la fábrica.

Con el jardinero Jean-François Clerc en el Regador regado de 49 segundos y que hoy puede extenderse lo que el director quiera mantenernos delante de la pantalla. Esa escena demostró que nos gusta reírnos de la desgracia ajena, cuando la gravedad sea tal que podamos hacerlo.

Los hermanos Lumière se convirtieron con la persistencia retiniana en periodistas de su tiempo. Desde el colonialismo en Indochina a la Rusia Zarista, a las imperiosas pirámides de Egipto, al mundo tal cual era en su tiempo que abría sus alas de mariposa hacia el progreso imparable en el que se ha convertido hoy. Si existieran hoy lograrían con su cinematógrafo rodar las imágenes más puras, sin cortes ni guionistas. La vida tal cual es, sin filtros. ¿Sería posible? la grabación de los acontecimientos tan sólo como testigo directo, sin manchar el proceso. Que las imágenes hablen. Sin narrador que tergiverse, que sean los verdaderos actores los que aporten la palabra. Y así nacen proyectos como Nacido en Siria (Hernán Zin, 2016) sobre el horror de la guerra.

O las casi diez horas en las que con unas gafas nos ponemos en la piel de víctimas, testigos y verdugos del exterminio judío de la Segunda Guerra Mundial. Shoah (Claude Lanzmann, 1985) es un producto de la memoria, sin banda sonora ni imágenes de archivo. La revisión del Holocausto que nos coloca frente a frente con la crueldad humana.

Este último ejemplo será la excepción de una condición ineludible a la percepción humana, y digo excepción porque son pocos los límites que no se traspasaron en esa cruenta etapa de nuestra larga historia. Porque pocas veces podremos reflejarnos en ese espejo puro ya que en la simple elección está el delito. Nuestro ojo muestra la emoción del otro siempre hasta donde puede o quiere llegar. Las limitaciones del entorno o preferencias del director parten como casilla de salida casi indiscutible.

 Y así hemos catado el cine experimental de Godfrey Reggio y su trilogía Qatsi, con Koyaanisqatsi (1982) y los efectos destructivos del mundo moderno en el medio ambiente con los acordes dramáticos de las melodías de Philip Grass. La vida fuera de equilibrio, sin diálogo ni narración, aunque con la ventaja de la cámara lenta y el time-lapse. El lenguaje relegado a otros ámbitos, porque según Reggio, "está en un estado de gran humillación. Ya no describe el mundo en el que vivimos".

Ahora el cine tiene dos vertientes, el documental y la ficción, que en ocasiones se fusionan para engalanar películas que sin esa mezcla quedarían faltas del aderezo final. Lo perdonamos porque el cine es también ese objeto del deseo para soñar. Pese a que aquel par de hermanos pensó que el cine no tendría ningún futuro. El tiempo ha demostrado que se equivocaron.

 Los sueños se tiñen del rojo burdeos, intenso como la sangre que habría que derramar para documentar la realidad tal y como es hoy. Y si podemos hacerlo, no tengamos miedo en el poder de la máquina. No se equivoca Reggio: "No es que usemos tecnología, es que vivimos la tecnología. La tecnología se ha hecho tan ubicua como el aire que respiramos".

Fotografía de Marta G. Bruno

Marta G. Bruno

Directora de Cultura de LaSemana.es

Licenciada en Periodismo

Estudio Ciencias Políticas

Trabajo en 13TV

Antes en Intereconomía TV, La Razón y Europa Press