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SIN CONCESIONES

El picadero del Canal

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura4 min
Opinión27-04-2017

La primera vez que almorcé con Ignacio González fue en su despacho del Canal de Isabel II. Más que una sala de trabajo, parecía un apartamento de soltero rebosante de glamour y ansias de aparentar. La estancia era el doble de grande que la mayoría de nuestras casas. En un lado, un amplio escrito. En otro lado, una enorme mesa de madera para celebrar reuniones o comidas. En el medio, a modo de separación, unos sofás gigantescos de cojines mullidos que sólo aparecen en revistas de papel couché. A los invitados nos extrañó que el entonces vicepresidente de Esperanza Aguirre nos citara en el Canal en vez de en la Puerta del Sol, sede del gobierno autonómico. Dudamos si buscaba discreción para evitar suspicacias o si todo lo contrario, con el ánimo de demostrar que allí era el dueño y señor feudal de la empresa pública que abastece de agua a los madrileños.

Ignacio González ganó el favor de Aguirre a base de codazos, zancadillas y adulaciones
Por aquel entonces, Ignacio González ya era la mano derecha de Aguirre en la Comunidad pero ni era su favorito ni sus tentáculos alcanzaban al PP de Madrid, como sí sucedió años después a base de codazos, zancadillas y adulaciones. En Génova mandaba Francisco Granados, a quien denostaba en privado pese a mantener las formas en público. Granados, en prisión desde 2014, era el principal rival político de González porque durante años influyó en Aguirre tanto o más que él. Granados era el graciosillo que conspiraba contra González en los restaurantes de Madrid. Era un fanfarrón pero no parecía un corrupto hasta que el juez de la trama Púnica descubrió sus chanchullos en Valdemoro y halló un maletín con un millón de euros escondido en casa de sus suegros. González intentaba ser más elegante en las formas pero destilaba un trasfondo mafioso que ha tardado en salir a la luz tres años más.

Esperanza Aguirre confiaba ciegamente en González y Granados hasta el punto de tolerarles casi todo, incluidas las campañas de acoso y derribo contra compañeros de partido y gabinete que constituían una amenaza de futuro. Así boicotearon a Juan José Güemes, al que envidiaban por ser el mimado de Aguirre. González era capaz de pactar desde el Gobierno con sindicatos e incluso partidos de la oposición para torpedear a otros consejeros. Sus detractores aseguran que cedía lo necesario ante quien fuera siempre que él saliera beneficiado. Lucía Figar, a quien Aguirre cuidaba como a una hija, fue seguramente quien más lo sufrió en carne propia. Eso sin olvidar a Javier Fernández Lasquetty, posiblemente el más culto y fiel de los consejeros de Aguirre.

González intentaba ser más elegante que Granados pero destilaba un trasfondo mafioso

El Canal era el feudo de Ignacio González y así lo utilizaba para su conveniencia. Cuando Aguirre dimitió y él asumió la Presidencia de la Comunidad de Madrid colocó al frente de la empresa a su escudero Salvador Victoria, a quien sorprende que el juez Eloy Velasco no haya investigado todavía o al menos citado como testigo. Sin duda sabe muchísimo más de la trama del Canal que Mariano Rajoy de Gürtel y al presidente del Gobierno le obligan a declarar en la Audiencia Nacional. No es casual que este escándalo haya permanecido oculto durante años, pues el poder absolutista de Ignacio González le ayudó a ganarse adhesiones y silencios de mucha gente. Ni siquiera Aguirre sospechó de él. Pensó que encarnaba el futuro porque la había conquistado con grandes dosis de lealtad y peloteo. Además, no le quedaban demasiadas alternativas porque González las había fulminado con toda clase de maniobras y un poquito de fortuna.

En la dirección nacional del PP nunca vieron con entusiasmo a González. Mariano Rajoy le rechazó cuando se le antojó ser el presidente de Bankia. Prefirió a Rodrigo Rato, que años después ha resultado un presunto estafador mucho peor que González. Rajoy admitió al delfín de Aguirre en su Ejecutiva en 2012 cuando la lideresa empezaba a pensar en su sucesión y salto al Ayuntamiento de Madrid. Pero a la hora de la verdad Rajoy escogió a Cifuentes pese a que González contaba con el beneplácito de Cospedal. Cifuentes y González fueron muy buenos amigos hace muchos años pero hace unos cuantos que estaban enfrentados. González le declaró la guerra, como a los demás, cuando interpretó que suponía una amenaza para sus intereses personales. Llegó al extremo de colocarle un espía. Cifuentes sabía antes de ganar las elecciones que la trama de Ignacio González estaba en el Canal y que había que levantar alfombras para limpiar de arriba a abajo. Lo hizo desde el primer día con Ángel Garrido al frente y así ha llegado información clave al fiscal y al juez. Ahora todo el mundo conoce el picadero de intereses personales que González fraguó en el Canal de Isabel II.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito