ANÁLISIS DE SOCIEDAD
Locos y sin leer
Por Almudena Hernández 2 min
Sociedad25-04-2017
Ni San Jordi, su amada y el dragón ni los espíritus de Miguel de Cervantes o William Shakespeare o las campañas de márketing más ingeniosas lo consiguen. Sí, se venden libros y rosas como rosquillas, pero si de verdad se leyesen todos los libros que cambian de manos cada 23 de abril otro gallo cantaría.
La clave me la dio hace unas semanas un vendedor de segunda mano cuando le llevé un par de bolsas con objetos que rodaban por casa para que se sacase unos eurillos: no quería libros porque no los daba salida. Por suerte para él, en mis paquetes no había ninguno.
Sólo hay que otear un poco el horizonte. En estos días, por no escribir ni leer, ni se escribe en el WhatsApp con abreviaturas y faltas de ortografía como hace nada, pues lo más es ir caminando por la calle grabando largas notas de voz para contarle a no se quién que llegamos en un minuto. La conectividad, la inmediatez, las prisas, el vacío lleno de inutilidades, la deshumanización de las relaciones...
Leer amuebla la cabeza, ayuda a desconectar de la carga de los días, invita a viajar y si soñar, abre las conciencias y colabora a construir criterios y rompe con los estereotipos. Leer se echa de menos. Instruye, entretiene, difunde conocimientos. Cura. Revive. Sacia. Aunque, claro, puestos a leer, mejor caer en las letras de un buen clásico que en un novedosísimo best seller lleno de vagas sombras y morbosas estrategias de ventas.
Leer hasta cuatro veces obras como El Quijote, como ha reconocido el escritor barcelonés Eduardo Mendoza, reciente merecedor del Premio Cervantes, es propio de avanzados, en estos tiempos en los que, como sostiene el laureado autor, la cultura está viviendo una auténtica revolución por las novedades tecnológicas.
La sociedad vive inmersa en esa locura, aunque, a diferencia del personaje Alonso Quijano, no es consciente de su desajuste mental. Mendoza cree que don Quijote sabía que le faltaba un tornillo y que también lo sabían el resto de personas que, por su locura, le permitían excentricidades.
Quizás sólo por eso deberíamos leer más, pues a diferencia de lo que afirma la canción la realidad nos muestra a diario, también cada 23 de abril, que estamos locos y, encima, no sabemos lo que queremos. Y, mientras, vivimos la vida, sí, pero no leemos tanto como deberíamos. Y así nos va.