ANÁLISIS DE INTERNACIONAL
Maduro todavía está a tiempo
Por Isaac Á. Calvo3 min
Internacional24-04-2017
Venezuela se acerca cada vez más hacia el abismo. Son ya muchos años de sufrimiento, de pobreza económica, de carestía de productos de primera necesidad, de precios desorbitados, de violencia en las calles, de delincuencia, de tener que hacer trayectos cotidianos con miedo por no saber si se va a volver a casa...
El presidente, Nicolás Maduro, debería velar por el interés general y por el bien de su población, pero se dedica a elaborar leyes para perpetuarse en el poder y criminaliza a todos los que no piensan como él. Los inicios del chavismo tuvieron algunos aspectos positivos, pero la situación se ha ido degenerando y es evidente que, desde la muerte prematura de Hugo Chávez, las cosas han ido a peor. Actualmente, en Venezuela es, prácticamente, imposible vivir con dignidad.
Por si no fuera suficiente, el Gobierno toma medidas que incitan al enfrentamiento y a la crispación social. Retirar las competencias a la Asamblea Nacional, donde la oposición tiene mayoría, fue una de sus últimas intentonas. Sin embargo, la jugada fue tan descarada que tuvo que dar marcha atrás.
Además, Maduro pretende armar a cientos de miles de civiles para que defiendan la patria. Sin embargo, esta es una forma de incrementar la tensión y una manera de mancillar el término patria, porque realmente se está refiriendo a la patria que a él le interesa. Venezuela es igual de patria para los opositores que para el Gobierno.
Entregar armamento a civiles es un error que puede tener consecuencias nefastas, porque los civiles armados se van a sumar a las milicias chavistas que ya pululan impunemente por las calles venezolanas imponiendo el terror e incluso asesinando a quienes no piensan como ellos.
El Gobierno se desentiende de estos grupos armados y dice que no tiene nada que ver con ellos. Aunque esta práctica no es nueva en los regímenes de ultraizquierda. Estos tienen la fuerza coercitiva oficial, encarnada por la Policía y el Ejército, y luego auspician a grupos armados que son los encargados de hacer el trabajo sucio, al margen de la legalidad.
Las últimas manifestaciones para protestar por los abusos del Gobierno y por la situación precaria que sufre la población han sido multitudinarias y se han saldado con una decena de muertes, algunas de ellas ejecutadas a sangre fría. Dentro de la oposición, hay sectores que abogan por ser más agresivos, pero en líneas generales las protestas son pacificas, de momento.
Dada la delicada situación, la responsabilidad debería obligar al Gobierno y a la oposición a negociar un acuerdo para garantizar una transición política y buscar soluciones a los graves problemas que sufre Venezuela. Este hecho no debería significar, necesariamente, echar a Maduro, sino lograr un gran pacto, mejor cuanto más amplio, que saque los venezolanos del atolladero. Un país con tanta riqueza natural no debería padecer estas penurias económicas ni sociales.
Es evidente que hay una mala gestión y que no se gobierna para todos. Buscar apoyos que aglutinen las diferentes tendencias políticas es necesario en épocas de dificultades, y no se debería ver como una debilidad del Gobierno de Maduro. Este hecho, incluso, podría reforzar su imagen y darle más estabilidad en el poder, una vez que se haya reconducido la situación.
De no hacerlo, Nicolás Maduro se arriesga a que Venezuela cada vez esté más cerca de una guerra civil. Esta sería aún más catastrófica para el país, para la población y, evidentemente, para los intereses del Gobierno, que podría ser derrocado por mucho que haya estado maquinando durante años para mantenerse en el poder.
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Isaac Á. Calvo
Licenciado en Periodismo
Máster en Relaciones Internacionales y Comunicación
Editor del Grupo AGD