ANÁLISIS DE SOCIEDAD
Pan, gasolina e Inquisición
Por Almudena Hernández 2 min
Sociedad04-04-2017
El presidente Nicolás Maduro parece un mal actor teatral que sobreactúa y engola la voz como en una ópera para convencerse a sí mismo y distraer a las cámaras. La puesta en escena no se queda atrás: estridentes camisas y chándals con los colores patrios venezolanos, muecas y enérgicos movimientos de brazos y multitudes arropando y aplaudiendo al líder.
Mientras, sus secuaces amedrentan a cualquier venezolano que se atreva a toser y tratan de recabar el poder que cada vez parece más reñido en las calles. Sin embargo, en ellas, además de protestas de los opositores reprimidas a golpes y cacerolas silenciadas por la fuerza y con los militares en la calle, la imagen que se observa no es la de actores secundarios figurantes de una ópera coral.
Tras los discursos engolados de Maduro, que tanta gracia hace en España como la de otros actores presidentes americanos, las calles de Venezuela están llenas de hastiados ciudadanos que invierten su devaluado tiempo y dinero en comprar una simple barra de pan, pues es su trabajo cotidiano, siempre a la sombra del sueño de la libertad.
También hacen cola con sus vehículos para llenar los depósitos de combustible en un país donde no es fácil conseguirlo, pese a que Venezuela tiene bolsas de oro negro bajo su exótico y bonito suelo.
Y también hacen cola, día sí y día también, los familiares de los presos políticos para tratar de saber sobre esos seres queridos a los que el sobreactuado actor presidencial y su predecesor metieron entre rejas para que no les enmendase la plana...
Y nos sigue haciendo gracia, pese a las carencias de su currículum y su excéntrica puesta en escena, pajarito incluido, el discurso de Nicolás Maduro, que cuando hasta la Organización de Estados Americanos le dice que está vulnerando el orden constitucional, él argumenta con el insulto rápido, tachando a quien le critica de brazo inquisidor. Cree el ladrón que todos son de su condición.