ANÁLISIS DE SOCIEDAD
Alepo
Por Almudena Hernández2 min
Sociedad20-12-2016
Es el horror. Lo inimaginable. Aunque también era lo previsto, lo que se esperaba de la sinrazón de una guerra, a pesar de estar lejana, o de que algunos quieran que lo siga estando, que no interese, que no conmueva pese a los rostros del horror que nos han llegado estos días, como los que nos llegan desde hace años sin que nos inmutemos.
Alepo, ese montón de toneladas de escombros que vemos gracias a los drones, tenía más de dos millones de personas hace tres lustros. Era la segunda ciudad en importancia de Siria, gracias a su histórica y veterana ubicación en el norte del país, en plena ruta comercial.
Pero el tira y afloja por conquistarla la convirtió en blanco para rebeldes y militares que, lejos de liberarla y dominarla, la han convertido en un lugar fantasma de muerte y brutalidad.
Pocos minutos de silencio habrá estos días por Alepo en la Europa asustada por la crisis de los refugiados y los atentados terroristas. Pocos minutos habrá también en la parrilla de las televisiones, dedicadas en estas fechas a los brindis y las lluvias de millones, a los mensajes poéticos de felicidad vacía y muchas veces hipócrita.
Poco nos acordaremos de Alepo, de sus ruinas y de los llantos de sus gentes, de las vidas destrozadas de sus niños y de los traumas esculpidos en sus mentes, mientras nos agobiamos con las prisas de los preparativos del banquete festivo y el maquillaje perfecto, de los regalos y los cumplidos.
Porque Alepo es el horror. Lo inimaginable. Alepo es el motivo inexplicable por el que nadie apenas mueve un dedo. Es el papel mojado de las políticas internacionales. Es la ciudad fantasma del fracaso del ser humano que, hace mucho tiempo, renunció a su humanidad para ejercer como un auténtico y bruto animal desalmado. Para comprenderlo, sólo hay que cruzarse, aunque sea de forma fugaz y breve, con una de esas imágenes llegan desde la histórica ciudad siria.
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Almudena Hernández
Doctora en Periodismo
Diez años en información social
Las personas, por encima de todo