ANÁLISIS DE INTERNACIONAL
Colombia no traga
Por Isaac Á. Calvo3 min
Internacional10-10-2016
Los colombianos, contra todo pronóstico y a pesar de las campañas institucionales y mediáticas, votaron "no" en el referéndum sobre el proceso de paz en Colombia. Ese es uno de los peligros de este tipo de consultas, que sus resultados son imprevisibles y pueden dejar totalmente descolocados a quienes los organizan, e imponerles políticas por las que no abogan.
En el caso del referéndum en Colombia, la abstención superó el 60%, lo que demuestra hartazgo, pasividad o indiferencia de los votantes. De los que acudieron a las urnas, la mayoría rechazó el pacto entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), después de cuatro años de negociaciones. Aunque, ciertamente, la diferencia entre los que se mostraron a favor y los que estuvieron en contra se redujo a poco más de 53.000 votos.
Realmente, es un riesgo tomar decisiones estratégicas para el Estado teniendo en cuenta el resultado de una consulta con tanta abstención y con un resultado tan ajustado entre los que participan. En el caso de Colombia, la mayoría de los votantes no ha rechazado la paz, sino esa paz acordada. Claro que los colombianos quieren la paz, pero no a cualquier precio. Si para alcanzarla hay que olvidarse de la Justicia y de la dignidad de las víctimas, entonces, más de uno se replantea la cuestión.
Las FARC llevan 53 años cometiendo atentados indiscriminados, asesinando a militares, a policías, a políticos, a civiles..., secuestrando y manteniendo en condiciones infrahumanas a sus cautivos y participando en el negocio del narcotráfico, entre otras actividades delictivas. Y los colombianos llevan todo ese tiempo sufriendo, aguantando, dando la vida por defender el Estado de Derecho, emigrando por el miedo...
Lo extraño es que el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, se haya prestado a firmar ese acuerdo de paz (por el que le han concedido el Premio Nobel de la Paz, un galardón devaluado desde que lo recibió Barack Obama solo nueve meses después de llegar a la Casa Blanca). Lo lógico es que la mayoría de los colombianos no hayan tragado con las condiciones pactadas con las FARC.
Según el acuerdo de paz, los dirigentes de las FARC no iban a entrar en prisión si se arrepentían, tendrían una representación parlamentaria fija (independientemente del número de votos que obtuvieran en las elecciones), recibirían una renta mensual... Vamos, lo único que faltaba era que cada dirigente guerrillero recibiera un apartamento con vistas en el Tayrona, ese lugar que si Piqué lo conoce "no querrá irse p'a Barcelona".
En resumen, decir "sí" a esa paz era una rendición del Estado ante las FARC. Por si no fuera suficiente, decir "sí" tampoco garantizaba la estabilidad en el país. La guerrilla tiene tantos miembros que es muy posible que los dirigentes se beneficiaran de las condiciones acordadas, pero que los integrantes de base siguieran vinculados con el narcotráfico y el crimen organizado. Es difícil dedicarse a otra cosa cuando uno lleva toda la vida haciendo la misma actividad, que, además, les otorga cuantiosos beneficios.
El rechazo a las condiciones de paz acordadas por el Gobierno de Colombia y las FARC abre ahora un tiempo de incertidumbre. Aun así, si ambas partes son inteligentes tendrían que aprender de esta experiencia y no tirar por la borda cuatro años de conversaciones. Por un lado, el Gobierno debería darse cuenta de que no hay que renunciar al Estado de Derecho para alcanzar la paz. Por otro, las FARC deberían comprender que han de responder por sus acciones criminales (especialmente por las más sangrientas) y que el pacto sí puede otorgarles atenuantes, pero no eximentes.
Bajo estas premisas, cediendo realmente las dos partes, también es posible alcanzar un acuerdo de paz. Es más difícil lograrlo, pero también es más fácil que los colombianos den el visto bueno si no hay impunidad y sí algo de justicia y dignidad.
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Isaac Á. Calvo
Licenciado en Periodismo
Máster en Relaciones Internacionales y Comunicación
Editor del Grupo AGD