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ANÁLISIS DE CULTURA

Cuento de hadas fracasado

Fotografía

Por Marta G. BrunoTiempo de lectura3 min
Cultura20-07-2016

“Nunca olvidó el momento en que, con el corazón desbocado, llamó al timbre. Su hermana abrió la puerta y casi se desmayó del susto. Se abrazaron y se besaron, lloraron y rieron como críos. Ella sabía que iba a matarla por encargo de la familia. Le dijo que lo hiciera tranquilamente, no gritaría porque lo amaba. Tampoco lo odiaría, porque sabía que era una obligación. Karim lo besó y lloró”.

El fragmento está sacado del libro Sofía o el origen de todas las historias. Lo escribe Rafik Schami con conciencia y con conocimiento de los hechos, porque nació en el barrio cristiano de Damasco y tuvo que emigrar hace 45 años porque si no su familia sería perseguida. Y ese mismo fragmento explica el destino de una mujer si se casa con un cristiano bajo el régimen de El Asad. Es la deshonra.

Schami está considerado personan non grata en su país. Vive obsesionado con las barreras que ciertos países imponen a las relaciones entre personas de distinta religión.  Y pide que Europa recupere sus valores. ¿Los perdió algún día? ¿Existe un “nosotros” ante del “yo” como país? ¿Podemos convivir? ¿Puede entrar en el club “cualquiera”?

Da miedo ver cómo Europa se rompe en nuestras manos. Y como en muchas familias, siempre existe un miembro díscolo. Y ese es Reino Unido, al que veíamos venir desde años, el mismo que hoy abandona el nido para volar solo y dejar una Europa ranqueante que según el FMI crecerá ahora mucho menos. Julia Kristeva escribe en La Búsqueda de Europa (2013) que necesitamos “aprender a respetar nuestras diferencias culturales”. Han pasado tres años desde entonces. Las cosas han cambiado. Y hoy en los países motores de la Unión Europea son los mismos en los que el euroescepticismo crece como setas.

Pero no caigamos en la ingenuidad de pensar en un mundo sin fronteras. ¿Qué es la alianza de civilizaciones? Una idea tan poco útil como que desde que en 2007 se lanzara hasta la actualidad la sangre derramada no se haya frenado. Un Grupo de Amigos entre los que cuenta Turquía, que pide ahora restablecer la pena de muerte para castigar a sus traidores. Es un cuento de hadas fracasado.

Las culturas no se fusionan, sino que se entienden y toleran. Y es lo que intentamos entre todos. Y pagan por unos pocos mientras Europa siguen pensando cómo actuar, tocada por sus propios choques internos y lejos del modo “piña” en el que deberíamos vivir desde hace meses. 

Le preguntaban a Rafik Schami en una entrevista si volvería a Damasco. Shami contestaba: “Me encantaría poder volver pero es demasiado arriesgado, no puedo poner en peligro a mi familia”. Y después de leer la guerra impresa en las vidas de sus protagonistas y de sus muertos cierro el libro y miro a mi alrededor. Todo en calma. Un vecino se queja del calor, leo que hemos pasado una de las peores noches desde 1920. Madrugo con noticias sobre los pactos de un Gobierno que aún no se ha formado. Sobre votos secretos. Veo en Facebook un vídeo que me hace sentir mal sin que pueda hacer mucho. Un niño sueña con que aparece Batman en el campo de refugiados en el que malvive para jugar con él. Será de los pocos que entiendan el mundo de los mayores. Como Shami, podrá reconstruir su vida, esperando que no odie. Porque esa palabra es la que genera las guerras.

Fotografía de Marta G. Bruno

Marta G. Bruno

Directora de Cultura de LaSemana.es

Licenciada en Periodismo

Estudio Ciencias Políticas

Trabajo en 13TV

Antes en Intereconomía TV, La Razón y Europa Press