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ANÁLISIS DE CULTURA

Maribárbola en campaña

Fotografía

Por Marta G. BrunoTiempo de lectura2 min
Cultura09-12-2015

Entre la pomposidad grandilocuente de las reales meninas,  servidoras de Palacio, no bajitas, sino de estatura normal para la época, junto a la pequeña Margarita de cinco años, estaba ella. Con ese diminutivo que intuye fealdad. Su nombre real era María Bárbara Asquín, de origen alemán y a sueldo de Palacio. Aquejada de una deformidad que se aprecia a primera vista, el enanismo, que otros al menos 40 sufrían en el Alcázar. Recibía paga, raciones y cuatro libras de nieve durante el verano. En uno de sus dedos se atisba un anillo, el de la fidelidad según los expertos. Es difícil verlo a primera vista. Pero así lo afirman algunos.

A diferencia del resto de enanos, Maribárbola quería ser distinta, bella, inteligente y culta. Y por eso quizás Velázquez se fijó en ella. Porque con la superación quería camuflar su deformidad, por otra parte afortunada al estar protegida entre las paredes del Alcázar. La vida en la calle podría ser una tortura. En España la realeza acostumbraba a rodearse de enanos, como en otras casas reales. Pero ella para Velázquez era distinta. Cuenta la periodista María Teresa Álvarez en su libro El secreto de las meninas que al verse en el cuadro se sintió horrorizada.

Y ahora es cuando intentamos analizar el sentido del eslogan lanzado (con mucha mala leche) por Pablo Iglesias.  A primera vista y sin pensar demasiado intuimos que está llamando sin pelos en la lengua deforme a Soraya Sáenz de Santamaría. Es junto a la campaña de desprestigio contra Albert Rivera y el asunto de la droga una manera bastante despectiva de hacer política. Es, de hecho, un mal ejemplo para profesores de Ciencias Políticas de la que se supone universidad ¿pionera? En España. Es mal ejemplo para el que ha sido nombrado profesor honorífico.  Facilona, insultante, y…sí, efectiva durante una semana.

Ahora vamos a analizar la parte positiva. Nos ha servido para recuperar el papel de la poco agraciada Maribárbola. Y siendo benevolentes, demos otra versión del asunto. Soraya Sáenz de Santamaría, fiel a su partido con el anillo como símbolo entre sus dedos. Es consciente de su problema pero pese a ello trata de mostrar sus puntos fuertes: inteligencia y conocimiento. Velázquez se fija en ella porque es distinta. El PP se fija en ella porque es la más válida. 

Y ahora puntualicemos: me temo que Soraya está más pendiente de otros asuntos ajenos a su estatura. Que a los votantes les da lo mismo los centímetros de más o menos. Que el PP ha estado correcto al no contestar con un: “Pues Pablo Iglesias parecía el primo que va a la boda en camisa”. Los votantes, como Velázquez, se fijan en otras cosas. Y ya de paso recomiendo un libro, que no de Kant:  El maestro del Prado, de Javier Sierra. Gracias por devolvernos a Velázquez en campaña.

Fotografía de Marta G. Bruno

Marta G. Bruno

Directora de Cultura de LaSemana.es

Licenciada en Periodismo

Estudio Ciencias Políticas

Trabajo en 13TV

Antes en Intereconomía TV, La Razón y Europa Press