ANÁLISIS DE ESPAÑA
La segunda Transición
Por Alejandro Requeijo2 min
España07-12-2015
En la nueva política, tan importante es hacer algo como luego ir corriendo a contarlo. En ese sentido, se puede decir que nuestros dirigentes de hoy están lejos de quienes les precedieron en las tareas de la Transición y más cerca de Dominguín. Tras cumplir el torero con el capricho español de Ava Gardner, dicen que se calzó corriendo de nuevo los pantalones para sorpresa de la diva. El breve diálogo que envolvió la escena fue algo tal que así: -"¿A dónde vas tan rápido?" -"¡A contarlo, no te jode!". Se gestiona buscando el rápido acomodo de los discursos en la opinión pública y se piensa más en la próxima encuesta que en los próximos cuarenta años. Y poco o nada parece que vaya a cambiar esa tendencia la irrupción de los nuevos partidos. En ocasiones se confunde con demasiada facilidad la transparencia con el exceso de exhibicionismo o la discreción con el oscurantismo. Y he aquí una razón para el escepticismo ante la anunciada segunda Transición.
Ayer era Cataluña, un rato después Siria y ahora es el debate constitucional, al menos hasta que las CUP se decidan a investir a Mas. Se corre el riesgo por tanto de que la reforma de la Constitución no sea más que un tema en torno al que seguir denunciando las contradicciones del oponente durante unos días para luego dar paso al siguiente asunto que traiga la actualidad. O peor aún, hay quien ya empieza incluso a contar los escaños que serían necesarios para sacar adelante una reforma de la Carta Magna sin necesidad del PP, el partido al que las encuestas dan como favorito para formar Gobierno.
Ya es un avance que Pablo Iglesias haya pasado de condenar el "Régimen del 78" o anunciar conquistas por asalto a querer "homenajear a nuestros padres y abuelos", que sellaron el acuerdo constitucional hace 37 años. El nuevo Iglesias ya no piensa por tanto en derribar la casa y se aviene a una reforma. Ni El PP se opone ya tan tajante a abrir ese melón. Pues bien, a la hora de ponerse manos a la obra convendría tener presente que la Transición no se gestó precisamente a partir de propuestas anunciadas en twitter ni necesitó de debates televisados o dos ruedas de prensa al día para darse legitimidad. Bastó la voluntad real de sus protagonistas que se plasmaba en sinceros apretones de manos mirándose a los ojos y muchas horas de conversación a puerta cerrada. Sí, a puerta cerrada y fumando. Y no salió tan mal.
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Alejandro Requeijo
Licenciado en Periodismo
Escribo en LaSemana.es desde 2003
Redactor de El Español
Especialista en Seguridad y Terrorismo
He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio