ANÁLISIS DE ESPAÑA
Discusión de barra de bar
Por Alejandro Requeijo3 min
España19-10-2015
El primer cara a cara de la campaña electoral dirigido por Jordi Évole en Salvados vino a confirmar algo que ya intuíamos: uno se suelta más en el bar que en un decorado presidido por el bigote rectilíneo de Manuel Campo Vidal . El encuentro entre Iglesias y Rivera obliga a revisar el sentido tan peyorativo que se le otorgaba hasta ahora a las discusiones de barra de bar. Contribuíamos muy poco a las posibilidades de un país plagado de bares. Lo que parecía un programa de televisión fue derivando según pasaban los minutos en un debate en toda regla, de esos que luego se analizan por asaltos, se pregunta quién ha ganado e influyen, dicen, en las intenciones de voto de la gente. Y todo eso en falso directo, sin que nos avisen al final del Telediario. Nuevos tiempos y nuevos formatos para una nueva política sin corbatas, pero en la que todavía está por ver si vale decir tacos. Incluidos los que antes eran pecado.
Visto este envoltorio cuesta imaginarse ya una vuelta al modelo anterior, toda una invitación al zapping. Resulta más enriquecedor que los políticos se enfrenten a preguntas como la de la última vez que pagaron en negro y no a bloques temáticos pactados previamente donde cada uno desparrama argumentarios sin escucharse apenas el uno al otro. Rivera e Iglesias llegaron juntos en coche, solos. Al menos ese día dejaron en casa a sus cuadrillas de asesores armados con esas cartulinas de tablas de resultados basadas en fuentes dudosas. Tan sólo presentaron dos cafés con leche. Pero más allá de esta puesta en escena estudiadamente informal (tampoco nos engañemos), cuando suena la campana toca salir al ring y desplegar las propuestas, que al final es de lo que se trata. Ya sea en un bar o el sofá de Bertín Osborne.
En ese sentido el debate también vino a confirmar la tendencia al alza de Rivera. Desde el modo en que se dejó caer sobre la barra se le vio mejor plantado en el campo, por empezar con los símiles deportivos. Llevó la iniciativa y tuvo más posesión (de la palabra) lo que no siempre es sinónimo de victoria, como bien sabe Paco Jémez. El debate fue de guante blanco, pero se puede decir que los mejores golpes fueron de Rivera. Como cuando Iglesias se gustaba aconsejándole sobre lo poco que le convienen a Ciudadanos los piropos de la derechona y el catalán le replicó que a él quien le corteja es Maduro. Un gancho directo a la mandíbula que Iglesias no supo responder. El líder de Podemos también se dejó alguna pregunta sin respuesta del periodista (no confundir con moderador). Se fajó bien Rivera de los intentos de Iglesias de retornar el debate a su terreno. “No hemos venido a discutir quién está más cerca de la gente”, le llegó a decir. Évole ha descrito así sus impresiones: “en Pablo Iglesias hay más corazón y en Albert Rivera más calculadora”.
También fue de Rivera una frase con vocación de epitafio: “la frustración que generen los partidos nuevos será mayor que la que generen los partidos viejos”. Eso es algo que en parte ya está sufriendo Podemos hasta el punto de que han tenido que asumir que no conquistarán el cielo por asalto y al mismo tiempo es una advertencia de la que no está a salvo tampoco Ciudadanos. Queda la duda de si él éxito de este debate se debió al novedoso formato o al novedoso estilo de los contendientes, pero discrepo de quienes no imaginan a Pedro Sánchez y a Rajoy en escenario similar. Basta recordar que el socialista fue tertuliano de Sálvame e hizo escalada con Calleja y que Rajoy no tomaría café, sino que pediría una caña y el Marca. Solo tienen que atreverse y luego en ring, ya veremos.
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Alejandro Requeijo
Licenciado en Periodismo
Escribo en LaSemana.es desde 2003
Redactor de El Español
Especialista en Seguridad y Terrorismo
He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio